Un fenómeno atmosférico está causando sensación en las redes sociales y entre los instrumentos de medición de los aviones que atraviesan el Atlántico en las últimas semanas: los fuertes vientos están impulsando a los vuelos desde Estados Unidos hacia Europa a velocidades comparables con la del sonido. Sin embargo, ¿pueden los aviones comerciales volar a velocidades supersónicas? ¿Son reales los aviones supersónicos?
El sonido viaja a aproximadamente 1.245 km/h, que según la NASA, equivale a poco más de 661 nudos. En las últimas semanas, varios aviones comerciales que se dirigieron hacia el este desde Estados Unidos a través del Atlántico, alcanzaron velocidades de hasta 1.250 km/h, superando así la velocidad del sonido.
Son cifras sorprendentes que redujeron considerablemente la duración de los vuelos, pero a pesar de lo rápido que volaron y de los titulares que generaron, nunca cruzaron la barrera del sonido.
Francisco López Medina, un piloto de una compañía aérea española, explica a Condé Nast Traveler que "existe una diferencia entre la velocidad sobre el suelo y la velocidad con respecto al aire que rodea al avión". Los pilotos operan con referencia a esta última velocidad, conocida en la aviación como IAS (Indicated Air Speed).
Continúa explicando: "El avión se construye para volar a una velocidad específica y dentro de ciertos límites que ningún avión comercial excede, incluyendo la velocidad del sonido". López Medina señala que aviones como el Concorde sí podían superarla porque "estaba diseñado específicamente para mantener velocidades de crucero supersónicas.
Desafortunadamente, desde que el Concorde fue retirado, ya no es posible volar a velocidad supersónica en vuelos comerciales, por muy rápido que vuelen". Por tanto, en la actualidad, no hay aviones supersónicos disponibles.
Un jetstream, conocido también como "corriente en chorro", es descrito por la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) como "una banda estrecha de aire ubicada en las capas superiores de la atmósfera, con vientos que circulan de oeste a este a velocidades muy altas, alcanzando hasta 440 km/h".
En términos prácticos para la aviación, López Medina aclara que "un chorro de aire es similar al flujo de un río; en el centro, la corriente es más fuerte y lineal, mientras que en los bordes el flujo es más lento y turbulento".
Y añade: "Aprovechando las previsiones meteorológicas de los servicios correspondientes, la aviación comercial planifica sus rutas para aprovechar estas corrientes de aire, ya sea utilizando el viento en cola para reducir el tiempo de vuelo o evitando enfrentarse a vientos de frente, lo cual aumentaría los costos operativos".
Esta es la explicación de por qué los vuelos de media y larga distancia hacia el este (debido a la rotación de la Tierra) suelen ser más cortos que los vuelos hacia el oeste, y por qué los vuelos de larga distancia acumulan diferencias horarias de una hora o más, dependiendo de la dirección del viaje.
"Cuanto más largo sea el vuelo, mayor será el ahorro, lo que nos ayuda a reducir el consumo de combustible y, en consecuencia, a hacer que la industria aeronáutica sea más sostenible al emitir menos gases", explica.
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