San Antonio de los Cobres es un pequeño pueblo salteño enclavado en la altura, desde donde sale el mítico tren a las nubes.
San Antonio de los Cobres vive cerca de las nubes, a 3700 metros de altura se asienta el pueblo mágico donde parte uno de los trenes más legendarios del mundo: el mítico Tren a las Nubes, que asciende hasta los 4220 metros de altura hasta el viaducto de La Polvorilla.
Los visitantes que llegan al pueblo se sorprenden por el aire puro y el entorno natural único. Pocos son los lugares que cautivan tanto como este caserío entre las montañas.
La gigantesca estructura férrea que inicia el viaje por las nubes, fue construida por Gustave Eiffel. Desde aquí los turistas llegan para subirse a la formación ferroviaria luego de recorrer 165 kilómetros por caminos de ripio que se adentran en las montañas, de alguna manera el trayecto sirve para entrenar la mirada, el azul del cielo se vuelve ceniciento a medida que se llega a San Antonio de los Cobres.
La secretaría de Turismo y Cultura del pueblo pretende que su localidad no sea solamente el punto de partida del Tren, sino que aprovechando los miles de turistas que la frecuentan, se puedan mostrar otros atractivos de la región y la localidad.
“El Viaducto atrae a muchos turistas no sólo por su imponencia, sino también por los hermosos paisajes puneños de sus alrededores como la Cordillera Oriental, que atraviesa por un abra que la separa de la Sierra de los Pastos Grandes”.
El Monumento Natural Abra del Acay, a sólo 45 kilómetros de San Antonio y a 4900 metros de altura es una oportunidad única para participar de la “apacheta” donde los turistas intercambian los productos de la Puna Salto-Jujeña con los del Valle Calchaquí. Aquí es posible oír grupos de música que interpretan canciones típicas andinas. El abra es también conocida como el “nido del viento blanco“, es además el punto más alto dela Ruta 40.
Desde la altura es posible ver el cerro nevado de Chañi, las Salinas Grandes, la laguna de Guayatayoc, los volcanes Tuzgle y Quehuar, las fuentes del río, el nacimiento del valle Calchaquí y la cima del nevado del Acay, a 5.781 metros sobre el nivel del mar.
Otro atractivo imperdible son las Salinas de Cangrejillos, a 60 kilómetros de San Antonio de los Cobres, allí el encanto se manifiesta bajo la forma de un valle de inmaculada blancura.
La gastronomía es un punto importante para destacar. Las empanadas y tamales se hacen con recetas ancestrales, el sabor se halla en su estado puro.
“Recorrer este pueblo permite disfrutar la diafanidad del cielo, encontrar montañas majestuosas, tomar contacto con costumbres milenarias, degustar comidas típicas de la altura y compartir experiencias con los artesanos de la puna“, concluye Salva.
Salta, además de linda, es inolvidable, es un lugar a donde siempre se desea volver.