Al cumplirse un año de los ataques en Barcelona y Cambrils aparecen, a cuentagotas, más detalles de la investigación de este doble atentado reivindicado por la organización yihadista Estado Islámico (EI).
Hasta el momento no se han hallado conexiones internacionales de esta célula nacida en Ripoll, un pueblo montañoso al norte de Barcelona, donde un imán sedujo a una decena de jóvenes de origen marroquí, para unirse a la yihad.
Según los investigadores, en una casa abandonada a 200 km de la capital catalana, este grupo de jóvenes preparó explosivos de gran calibre para utilizar en objetivos como la basílica de la Sagrada Familia, el estadio del FC Barcelona o incluso la Torre Eiffel de París.
La policía de Barcelona, llamada Mossos d'Esquadra, vinculó los atentados terroristas cometidos en Cataluña, con una explosión ocurrida el día anterior al atentado, el 16 de agosto de 2017, en una casa de Alcanar, en la provincia de Tarragona.
La primera hipótesis que se barajó es que la explosión se había producido por la acumulación de gas, pero horas después encontraron numerosas bombonas de butano y 100 kilos de explosivos.
La detonación accidental de esos artefactos forzó a los terroristas a improvisar unos atropellos múltiples como los sufridos anteriormente por Niza, Londres o Berlín. Además, evitó el derrumbe del edificio más emblemático de Barcelona, entre muchos otros.