El yacimiento arqueológico más visitado de México no es Chichén Itzá, en Yucatán; es la ciudad de Teotihuacán, situada a 50 kilómetros de la Ciudad de México.
Cuando se camina por los dos kilómetros que tiene la Calzada de los Muertos, principal avenida de la ciudad, te atrapa la incredulidad al ver los monumentos y pueblos que diversas civilizaciones fueron dejando.
Entre los años 450 y 650 la ciudad hacía sentir su influencia, bajo el temor de la religión y la fuerza de las armas, frente a los pueblos de los valles cercanos. Luego fue abandonada y olvidada.
Las leyendas hablan de la victoria de la luz y el fuego sobre la muerte y la oscuridad, y de cómo se crearon el Sol y la Luna. Y estos dos astros están homenajeados en dos gigantescas pirámides que coronan el sitio monumental.
La pirámide del Sol es impactante:
Sus lados, en torno a los 225 metros, miden tanto como la Gran Pirámide de Keops
Y sus empinadas escaleras permiten ascender por cada tramo de la construcción, hasta que desde la cima, a 63 metros de altura, se contempla todo el yacimiento, las zonas que todavía siguen siendo exploradas por los arqueólogos, y el valle que rodea la ciudad.
A un costado, casi a la misma altura, se divisa la Pirámide de la Luna. Esta segunda pirámide es de formas más elegantes, y su antigüedad es de un par de siglos anterior a su hermana solar.
Desde su cima de 45 metros se ve mejor la Calzada de los Muertos y la tercer pirámide del complejo: la de la Serpiente Emplumada, o Quetzalcóatl, una construcción que había sido tapiada por alguna cultura nativa posterior, y donde se han descubierto bonitos frisos y cabezas de piedra representando a este dios.
En Semana Santa, el disfrute fue nocturno, ya que el yacimiento fue iluminado.