El Templo del Cielo está situado en el interior de un gran parque que se extiende por 273 hectáreas, en la zona sur de la ciudad. Fue construido en el año 1420, por el emperador Yongle, que trasladó la capital desde Nanjing a Beijing, siendo utilizado por los emperadores de las dos últimas dinastías, la Ming y la Qing, que acudían a él dos veces por año.
La primera al principio de la primavera, para rogar por una buena cosecha; la segunda, en el solsticio de invierno, para agradecer al cielo por la cosecha.
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Los rituales que se realizaban en su interior, destinados a legitimar la cualidad divina del emperador, que investido con el título de Hijo del Cielo, se ponía en comunicación con los dioses en favor de los hombres que gobernaba, entroncan con las primeras religiones establecidos por los reyes de las remotas dinastías Shang y Zhou.
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Conviene entrar por la Puerta Sur, para seguir el eje ritual sur-norte en el que está construido el templo. De esta forma, lo primero que se encuentra es el Altar del Cielo.
Una gran plataforma redonda escalonada de mármol blanco, con 360 balaustradas, rodeada por un muro cuadrado. Toda la construcción es por tanto un simbolismo del universo, con el cielo (redondo) dentro de la tierra (cuadrada).
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En el centro de dicha plataforma hay un lugar vacío, donde se colocaba el emperador y se decía que entraba en comunicación directamente con el cielo. Todavía hoy, los viajeros hacen turno para colocarse en un lugar considerado mágico, y disfrutar por unos segundos de la posibilidad de sentirse en comunicación con el más allá.
Desde la parte norte de la plataforma hay una magnífica vista de todo el recinto. Por allí se abandona esta parte para llegar a la Bóveda Celeste Imperial.
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Esta Bóveda Celeste Imperial está rodeada por un muro circular, popularmente llamado "muro del eco" porque la particular forma de la pared parece ser especialmente adecuada para la trasmisión del sonido.
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