Rapa Nui o “Tepito Ote Henua” (“Ombligo del Mundo”), como la llamaban sus antiguos habitantes, es la isla habitada más remota del planeta. Es chilena, pero no hay otra porción de tierra en el mundo tan aislada en el mar y esa misma condición le otorga un aura de fascinante misterio.
Es un Parque Nacional, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, que tiene de todo y para todos: playas con arenas de color rosa, como la de Ovahe, o de encanto paradisíaco como la de Anakena; volcanes y praderas para recorrer a pie o a caballo; flora y fauna marina para descubrir buceando; cavernas para recorrer en silencio y moais que fueron testigos del auge y la caída de una sociedad estratificada y compleja.
Cada mes de febrero, la vuelta a las raíces alcanza su punto máximo en la Tapati, una fiesta de dos semanas cuyo corazón son las tradiciones y donde los rapanui se pintan el cuerpo como lo hacían sus ancestros, compiten en pruebas asombrosas, cantan, bailan y eligen a su reina.
El resto del año el encanto de la isla no disminuye. Su clima es cálido, su infraestructura turística y de servicios mejora sostenidamente y la tranquilidad y belleza del entorno, junto a la gracia de sus habitantes, hacen que uno quiera volver siempre.