En los años setenta el programa era ir a la mañana a La Brava, a la zona de La Olla, donde los jóvenes hacían surf y se podía aprovechar el sol de frente al mar y sin viento, y a la tarde a La Mansa, al parador I´ Marangatú, en la Parada 7, en el centro de la bahía, donde el sol se pone en medio de la arbolada Isla Gorriti.
Luego, al mejorar las carreteras, los lugares de moda se fueron alejando de la península aunque se mantenía la costumbre de ir a dos playas. A la mañana a La Brava, Bikini o Montoya, y de tarde a Solanas, playa húmeda y de arena dura.
Los fanáticos "del Este", recuerdan que, con el último baño, miraban la ruta dorada que traza el sol sobre el mar, que se coronaba con un aplauso cerrado festejando el espectáculo.
"Nos quedábamos parados, tomando unos tragos y disfrutando la música de los boliches hasta la caída del sol"
Pero un día se cortó. El puente curvo que cruza el arroyo, realizado por el ingeniero Viera, no daba abasto para las colas de gente que volvían de la playa, y entonces algunos quedaron "del otro lado del arroyo", se instalaron en La Barra o en Manantiales y luego en José Ignacio, sin cruzar en todo el verano.
Julio Barrera, médico de La Barra, recomienda:
"Si vivís de este lado olvidate de lo que pasa en Punta del Este y hacé tu vida de este lado, ir y volver es de locos en verano"
La playa Mansa quedó fuera del circuito de las modas. Bajaba la gente que llegaba en excursión, los que viven cerca y tienen niños, las personas mayores que no quieren caminar y la gente que trabaja en los alrededores y aprovecha el corte de horario al mediodía o un ratito de sol al terminar la jornada laboral.
Hace un par de años el Hotel Conrad puso un parador al lado del Club de Pesca y del muelle de la Parada 2, el Ovo Beach, con toda la movida de artistas, modelos e invitados especiales, que convocó a cierto grupo que tiene casa en el bosque o departamento en el centro y se hace socio del spa para tener un lugar cercano, con pileta, vestuarios y playa.
Pero La Mansa no terminaba de arrancar; seguía siendo un lugar familiar en donde llegaba poco y nada de la movida esteña.
Pero este verano inauguraron el renovado y modernizado parador I´Marangatú, en la Parada 7 de La Mansa, en el corazón de la bahía. Lo licitó la empresaria argentina Analía Suárez, lo reformó de cabo a rabo, con reposeras blancas y cómodas en las terrazas, toldos desmontables, jardines a la entrada y luces bajas en el interior, para que la noche sorprenda con un restaurante acogedor.
Hernán Taina, que tuvo un restaurante muchos años entre La Barra y Manantiales, hace una propuesta de nueva cocina a precios accesibles, cocinando a la vista del público en un show gastronómico de alto nivel. "Sabemos que esta playa tiene un público fiel, que viene hace muchos años y lo que hacemos es sumarle nuevas propuestas".
El backgammon en I´ Marangatú y los campeonatos de bridge en el Cantegril Country Club, son clásicos que tienen su público.
Hernán Nunzi, uno de los DJ de moda en Buenos Aires, fue contratado por Analía Suarez para este verano en I´ Marangatú y a eso de las 5 de la tarde empieza a subir la temperatura musical del Parador para llegar en éxtasis a la puesta del sol.
Los precios del mediodía no aumentaron. Mejillones a la provenzal -algo típico para pedir al mediodía cuando el sol arrasa la tierra- cuesta 320 uruguayos (unos 150 argentinos), las rabas 450, y una caipirinha 250.
Algunos precios en cambio señalan que algo cambió en el viejo y tradicional parador, como por ejemplo el clericó, bebida obligada para compartir en grupo, está a 750 uruguayos (más de 350 argentinos) la jarra grande.
El lugar, la ambientación, el chef y la música hacen dar ganas de llegar hasta allí para recuperar un lugar con historia que significó tanto para Punta del Este.
Y con el último reflejo, el aplauso cerrado va de lado a lado de la bahía, siendo éste otro espectáculo maravilloso.