Muchos de los rincones plasmados en las pinturas de genios como Van Gogh, Cézanne y Picasso, se localizan en el triángulo que forman Arles, Aviñón y Aix. Los turistas se fascinan en esos lugares en los que estos artistas encontraron su inspiración. Y esta zona regala en cierta época del año los increíbles colores de los campos de lavanda.
Campos de lavanda
A esta maravillosa ruta conviene recorrerla en el momento preciso: visitarla en las últimas semanas de junio y primeras de julio, cuando se da el máximo de horas de sol y los campos estallan de color con la lavanda en flor.
Al atardecer, rodeando las murallas de Arlés por la orilla del Ródano, se aprecian los restos romanos con una luz más tenue y misteriosa, la que deslumbró a Van Gogh, Gauguin y Picasso.
En estas calles el holandés halló el secreto que transformó su arte, «un sol que inunda todo con una luz de oro fino», y también enloqueció hasta el punto de cortarse la oreja izquierda
Al poco se alcanza Les Baux de Provence, encaramado en un promontorio y presidido por una ciudadela medieval derruida.
Sus empinadas calles suben hasta el castillo, construido con la piedra extraída de unas canteras, que hoy se han transformado en gigantescos murales sobre los que se proyectan obras de artistas universales como Vang Gogh, Klimt y Gauguin. No dejes de visitar esta maravilla: Carrieres de Lumieres.
A 4 kilómetros de Baux, en Saint Rémy de Provence vuelve a aparecer la herencia romana y los paisajes que inspiraron a Van Gogh entre 1889 y 1890, cuando su tragedia mental lo llevó a estar ingresado en el monasterio de Saint-Paul.
Es una delicia pasear por el casco antiguo, especialmente si coincide en domingo, día en que se celebra un animado mercado y en las terrazas se pueden degustar las delicias provenzales.
Los escasos 15 kilómetros que separan Saint-Rémy de Aviñón, atraviesan multitud de pequeñas poblaciones con ruinas romanas y un paisaje de viñedos, cipreses, encinas y pinos batidos por el viento.
La luz de Aviñón fascinó a Picasso cuando, a los 31 años, llegó a sus puertas lleno de vigor creativo. Mucho antes, en 1309, la ciudad fue sede del mayor cisma de la Iglesia católica y en ella se refugiaron los Papas hasta convertirla en una de las capitales del mundo.
Al caer la tarde, no dejes de recorrer la ciudad buscando el Ródano para contemplar las murallas y el famoso puente de la canción infantil, mientras el sol regala su luz dorada que destaca sobre el río.
Tras la inmersión en los dominios papales llega el momento de perderse en el Luberon, una comarca montañosa que tiene el aroma y el color de la lavanda.
Conviene elegir bien la fecha del viaje para coincidir con el periodo de floración y disfrutar así del espectáculo increíble, combinado con el amarillo de los girasoles y los campos de cereal, y los cipreses alineados junto a los caminos
La imagen más espectacular de la comarca se localiza en el emplazamiento de la abadía de Sénanque.
A los pies de esta construcción del siglo XII se despliega un campo de lavanda que todavía hoy cultivan los monjes y que después convierten en jabón, miel o dulces de color violeta y aroma intenso
A pocos kilómetros de Sénanque se alcanza Gordes, un burgo sobre una colina con casas suspendidas entre la vegetación y coronado por un castillo del siglo XI desde el que se obtienen perspectivas infinitas.
En la comarca del Pays de Sault reaparece el violeta de la lavanda a través de sus campos y sus fiestas de verano dedicadas a esta flor. La excepción cromática surge camino de Roussillon según van apareciendo todos los matices del amarillo al rojo.
Al entrar en Aix-en-Provence, no importa cuánto dure el paseo, se debe legar a Les Deux Garçons, el delicioso café del Cours Mirabeau donde se refugiaba Cézanne.
El pintor obsesionado por el paisaje y por atrapar la esencia de la luz, armó su propia ruta, un recorrido que pasa por los lugares favoritos del pintor y que termina en las afueras de Aix, junto a la imponente Montaña Sainte-Victoire.
Éste es el lugar más apropiado para terminar el viaje por la colorida Provenza. Ahí, junto al puente de los Trois Sautets, Cézanne pintó Las bañistas hacia 1890. Y como el genial artista, caerás rendidos ante la belleza de la luz provenzal.
Fuente: National Geographic