Apenas separada de Mina Clavero por unos pocos kilómetros, Villa Cura Brochero, en la Provincia de Córdoba (Argentina), cuenta con el orgullo de haber sido testigo de la obra cristiana del “Cura Gaucho”, José Gabriel del Rosario Brochero, quien fue canonizado por el papa Francisco.
Los habitantes de la Villa se sienten orgullosos de vivir donde trabajó el primer santo argentino
Ubicada a 140 km de la ciudad de Córdoba Capital, Villa Cura Brochero es dueña de un patrimonio cultural muy rico, ligado no sólo a este pueblo sino a todo el Valle de Traslasierra.
En 1916, el entonces gobernador de Córdoba, Ramón J. Cárcano, dispuso que el nombre de este lugar fuera Villa Cura Brochero, al conmemorarse el segundo aniversario de la muerte del sacerdote, quien se radicó en esta localidad en la década de 1870 e inmediatamente comenzó a trabajar por la conversión religiosa de los lugareños y el progreso de la zona.
La construcción de una Casa de Ejercicios Espirituales; un Colegio de Niñas; un Camino Carretero en el Valle del Oeste; un Acueducto en el paraje Los Chiflones; canales de riego, extensión de acequias, establecimiento de molinos y hasta escuelas, son algunas de las obras que este religioso dejó como legado en la comunidad que lleva su nombre.
El escrito, de Belisario Roldán, que data de 1914, da cuenta de la leyenda que a poco de haber fallecido, en 1908, comenzó a forjarse sobre Juan Gabriel Brochero, sacerdote, incansable apóstol de la palabra de Dios, cercano a la gente, convencido de su obligación de estar cerca de los más necesitados.
Uno de los principales atractivos de este poblado es su manso río Panaholma, visitado por cientos de turistas durante el verano, que se distingue por sus aguas meso termales y con propiedades curativas. Museos, balnearios, trekking, rappel, cabalgatas, completan la oferta turística de esta tranquila localidad cordobesa.
Brochero es el modelo de sacerdote que ama Francisco: el que camina, el que está con la gente, el que ayuda, el que reza, el que hace. El modelo de vida de un hombre, con defectos y virtudes, que ahora, para los creyentes, está muy cerca de Dios.
“El infierno de los vivos ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptarlo y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio.”, escribió Italo Calvino.