Las Cataratas del Iguazú, el Camino del Inca, el Glaciar Perito Moreno, el Morro de Sao Paolo... Impactantes rincones de Sudamérica sobre los que hemos escuchado hablar incontables veces. Son los lugares obligados de la región, sin duda bellísimos y muy visitados, pero no son los únicos: Latinoamérica tiene otras joyas ocultas para ofrecerte.
Canela y Gramado: refugio alemán con sabor a caipirinha
No hace falta que visitemos el viejo continente para sentirnos en la Selva Negra. En medio del estado de Río Grande Do Suhl, en Brasil, se esconden dos pequeñas ciudades con estilo alemán: Gramado y Canela.
A pesar de encontrarse a 120 kilómetros de Porto Alegre, uno se siente a 120 años de distancia. La arquitectura germánica es la norma y el paisaje podría ser la escenografía de una película medieval.
Lagos, ríos y cascadas rodean las casas de los habitantes que deben convivir con la nieve en el invierno y con las flores en verano. Es un destino ideal para los aficionados al trekking o al rafting pero también para aquellos que disfrutan de la meditación. A pocos kilómetros de allí se encuentra el templo budista Chagdud Gonpa Khadro Ling.
Oasis de Huacachina: regalo de una sirena
Cuenta la leyenda que Huacca China creó la laguna con sus propias lagrimas y luego se convirtió en sirena. Aunque se cuentan distintas versiones de la historia, podemos estar de acuerdo en que deberíamos agradecerle a la señorita por el fantástico regalo.
A cinco kilómetros al oeste de la ciudad peruana de Ica podemos encontrar La laguna de Huacachina, un oasis en medio del desierto costero del Pacífico. La belleza del lugar puede atribuirse a las bondades de su geografía: aguas verdes y clima cálido.
Si bien en los 60 se convirtió en el balneario predilecto de la élite peruana hoy ya no goza de la misma popularidad pero si mantiene su belleza.
Frutillar: historia que mira al Llanquihue
A orillas del lago Llanquihue se extiende el centro histórico de Frutillar. En la calle principal comparten espacio la Iglesia de la Inmaculada Concepción, el templo Luterano y la municipalidad. Todos de arquitectura germánica del siglo XIX.
La vista desde la playa a los vólcanes Osorno, Calbuco, Tronador y Puntiagudo convierten al lugar en una parada obligatoria. Además, este pueblo de 15.000 habitantes se ha convertido en la capital de la música gracias al Teatro del Lago.
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