La escritora Ana María Briongos cuenta en su libro "La Cueva de Alí Baba", que en Irán hay cosas que le gustan, y otras que la sacan de quicio, que la estremecen, y sin embargo dice que va y vuelve una y otra vez, fascinada quizá por su manera de jugar. Y explica a qué le llama jugar:
"Digo jugar porque me parece una palabra adecuada para definir la manera cómo los iraníes se relacionan entre sí. Es el juego de la vida social, el gran juego, el gran teatro”
La escritora ya había visitado Irán anteriormente unas cuantas veces, pero cuando cumplió cincuenta decidió volver y vivir la experiencia de una forma “más profunda”.
La experiencia la vivió con una familia iraní y aprendiendo el oficio del vendedor de alfombras en el bazar y en la cueva de Alí Babá. Sólo así comprendió la importancia y el valor que tienen las alfombras allí y el sentido de una ocupación como aquella; una de las más ancestrales y que mayores beneficios económicos reporta al país.
Su visita era diferente aquella vez, dejó atrás la prisa y se centró sobre todo en las personas que conocía y los momentos que pasaba con esas personas porque era realmente la forma para poder entender el país. Y es que:
¿Qué es un lugar sin su gente? ¿Nos enamoramos de un destino o de las personas que conocemos en él?
Leé también: ADN Viajero: existe el gen de la pasión por los viajes
Pep Bernadas, director de Altaïr, la librería especializada en viajes más grande de Europa que se encuentra en Barcelona, responde que la respuesta son las personas.
“Ver el mundo como un parque temático es muy pobre”, explica refiriéndose a la afición de visitar lugares sin profundizar en ellos. “Cuando eres joven y empiezas a viajar es más fácil que te enamores de un lugar. Es fascinante retomar un viaje por donde lo dejaste, reencontrarte con amigos, amores, historias y saber por qué han pasado las cosas mientras tú no estabas”.
Repetir el destino
Para la psicóloga y coach Paula Folch el retorno al lugar explica algo de los que somos:
“Cuando hay voluntad de volver repetidas veces a un lugar siempre, es porque hay algún aspecto de quienes somos que se despierta al estar allí. Pueden ser valores personales importantes para nosotros, como la serenidad, la aventura, la espiritualidad, la novedad, el disfrute”
Y añade: “El cerebro, al no gastar tanta energía en el proceso de adaptación y, según el lugar que nos refiramos, no tener que estar en alerta ante posibles peligros, genera hormonas como las endorfinas que promueven el bienestar, la dopamina encargada del placer y la serotonina, relacionada con la subida del estado de ánimo. Se consideran las tres hormonas del amor, en este caso entendido el amor como la sensación de bienestar y placer”.
No hay dudas con respecto a que viajar es beneficioso para la salud, pero ¿qué puede aportar a la salud revisitar un lugar en una época en que las nuevas generaciones buscan siempre cosas nuevas porque necesitan estímulos permanentemente?
Para Juan Castilla, especializado en psicología positiva, un viaje al lugar de siempre puede significar una reducción del estrés y aumento de nuestra autoestima
“Ese destino en su día se asoció a una emoción positiva y puede que regreses para intentar volver a sentir eso que hizo ese sitio tan especial y te quedaste 'enganchado' a él. El maestro Sabina, nos recomienda que 'al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver', pero muchos parece ser que no le hacemos caso”, asegura.
Amor a la estabilidad
Si algo tienen en común las personas que viajan a un mismo destino es que aman la estabilidad, asegura la psicóloga Paula Folch.
“Las personas que viajan siempre al mismo lugar tienden a valorar la estabilidad y la seguridad y no les suele gustar mucho el cambio. Prefieren ir a lugares donde ya controlan, saben de antemano qué van a encontrar y de qué manera y que allí se van a sentir bien”.
Volver al viejo amor
Sentir pertenencia a un lugar no es extraño, de hecho el sentimiento de “me quedo aquí” es más común de lo que creemos.
Viajar al mismo destino es como visitar a aquel viejo amor que no ha cambiado demasiado y que sigue igual de intenso y seductor que siempre
Podemos esperar mucho de un lugar que ya hemos visitado: aunque parezca lo contrario, un destino, igual que las personas, puede ofrecernos versiones distintas y a cada cuál más bella.
Raíces y familia
Pero existe un flechazo que no es puramente ocasional, sino en el que intervienen las raíces y la familia, y es entonces cuando el amor cobra aún más sentido.
Volver a un lugar donde fuimos felices no tiene que ser monótono, también puede ser bueno para improvisar y conocernos mejor
Nunca nos subestimemos y estemos abiertos a ser inspirados por ideas completamente diferentes, porque esa actitud será siempre un paso hacia el futuro.
Te puede interesar: