Bendecido y maldito a partes iguales, este pequeño archipiélago de náufragos, corsarios, héroes, presos y tesoros enterrados se ha convertido en un modelo de desarrollo sostenible.
Declarado uno de los diez lugares más aislados del mundo, y a sólo 674 kms del continente, este territorio insular chileno siempre ha fascinado a quienes lo han conocido.
El Archipiélago debe su nombre, al hombre que lo descubrió: el marinero español, Juan Fernández, quien encontró este conjunto de islas en el año 1574 mientras buscaba una nueva ruta entre Perú y Chile. Las distinguió llamándolas, Más afuera (isla Alejandro Selkirk) y Más a Tierra (isla Robinson Crusoe).
Tras infructuosos intentos de colonización realizados por España y por los Jesuitas, este Archipiélago se convirtió durante siglos en un refugio de piratas y corsarios. Los navegantes dejaban cabras en las islas para comerlas cuando volvieran a ocultarse. Es por eso, que también eran conocidas, como las islas de los perros.
Hoy la isla es un lugar para disfrutar de la vida en contacto pleno con la naturaleza, realizar innumerables actividades deportivas y visitar lugares llenos de historias y leyendas, como por ejemplo el Fuerte Santa Bárbara y la Cueva de los Patriotas. En una explanada del poblado, y dominando su bahía encontramos este fuerte, Monumento Nacional que en el siglo XVIII defendió la soberanía española de los piratas. A un costado están 7 cuevas que fueron triste refugio para los Patriotas de la Independencia chilena desterrados en 1814.
El archipiélago Juan Fernández tiene una historia marcada por piratas, tesoros, presos, expatriados y colonos. Experiencias que se han transformado en relatos, los que luego, han inspirado novelas, poemas, y canciones. La obra más conocida es la novela escrita por Daniel Defoe, Robinson Crusoe.
Pero este archipiélago es mucho más que leyendas, es un territorio privilegiado por la naturaleza, con una espléndida flora y fauna endémicas, declarada Reserva de la Biósfera por la UNESCO en 1977.
