Llegamos a la ciudad de El Cairo en un vuelo desde Luxor. Es nuestra última parada en Egipto.
La primera actividad es visitar la ciudad. Vamos caminando con el grupo de excursión y penetramos a un recinto amurallado. En este momento se escucha uno de los cinco rezos diarios del Islam que se propaga por altoparlantes. La gente en general sigue con sus actividades, pero algunos se detienen a rezar.
Osama, nuestro guía, nos recuerda que el Cairo es la ciudad más grande del mundo árabe con 18 millones de habitantes. Que los árabes y el islamismo llegaron a Egipto en el año 640 y que la familia árabe de los Fatimis fundó la ciudad de El Cairo en el año 969 en la orilla este del Nilo. Algo más de mil años parecen pocos comparados con una historia de tantos milenios.
Tras las murallas ingresamos a una ciudad medieval. Ahora nos dice Osama que en el siglo XII el gran Sultán Saladino, de origen kurdo, resistió la séptima cruzada y recuperó Jerusalén para los árabes. Fue él quien, en 1179, construyó en El Cairo esta ciudadela amurallada para defender la ciudad.
Recorremos las calles del barrio viejo llenas de negocios con luces multicolores y de bares donde se fuma la famosa pipa de agua, llamada también “shisha” o “narguile”. No resisto probarla. En realidad no tiene gusto a nada o tiene el gusto de lo que se le ponga en el calentador: tabaco, frutilla, etc., pero estar sentado haciendo nada y fumando es muy relajante.
Mientras estamos allí todos ven un partido de fútbol entre dos equipos locales. Como se clasificaron para el mundial, con un director técnico argentino, están muy enfervorizados. Más allá de las notables diferencias culturales y de la dificultad para comunicarnos a causa del idioma, sentimos como el fútbol nos acerca.
Visitamos la famosa mezquita de Mehmet Alí Pasha, también conocida como mezquita de alabastro por el material con que fue construida. El gobernador otomano de Egipto la hizo construir en 1827 y decidió vivir en la ciudadela para orar en ella diariamente. Sus sucesores también se instalaron allí y construyeron palacios y mezquitas.
El edificio tomó como modelo a la Mezquita Azul de Estambul la que a su vez, aunque muchos no lo saben, sigue las líneas de la iglesia de Santa Sofía de la misma ciudad con sus bóvedas, una central y otras radiales. Desde afuera es muy bonita. Sigue el estilo turco con minaretes delgados y puntiagudos como plumas. En vez de cruces presenta medialunas para responder al calendario lunar de los árabes.
Entramos a la Mezquita para lo cual nos tenemos que descalzar. El interior es muy acogedor y está iluminado por unas hermosas arañas que el rey francés Luis Felipe intercambió, como regalos, por la pirámide que está en la Plaza de la Concordia, en París. Se siente la energía de un lugar de oración. A la salida se contempla, desde lo alto, toda la ciudad de El Cairo.
En el posterior recorrido en bus por la ciudad, vemos en el centro mucha edificación estilo europeo y nos cuenta Osama que alrededor del año 1869, en la época en que se inauguró el Canal de Suez, arquitectos franceses hicieron allí muchas obras para las celebraciones bajo la gobernación del príncipe Ismael, quien dependía solo formalmente del imperio Otomano.
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Visitamos luego el Museo de Arte Egipcio. En el patio anterior hay una fuente con papiros y flores de Loto símbolos del bajo y del alto Egipto, respectivamente. En la entrada nos recibe la copia de la piedra Rosetta y un busto de Champollion, el gran descifrador de jeroglíficos.
El Museo es un enorme rectángulo de dos pisos con salas de las distintas épocas faraónicas, donde hay todo tipo de estatuas, utensillos, tumbas y sarcófagos, todos originales. Lo más atractivo es visitar en el primer piso el Tesoro de Tutankamón. No fue un faraón importante, gobernó sólo desde los 9 a los 19 años, pero en su gestión los sacerdotes hicieron volver al panteísmo, abandonado por su padre Akenatón, y la capital volvió a instalarse en Tebas.
El tesoro indica que todos los elementos estaban hechos para proteger a la momia. Como en un juego de muñecas rusas, había cuatro cajas exteriores y cuatro sarcófagos interiores antes de llegar a la momia que lucía accesorios de oro y, sobre todo, su máscara que es símbolo del Egipto Antiguo. La contemplo un largo rato y me conmueve. Tiene una belleza especial.
Es también muy interesante visitar las salas de las momias. Según se explica, fueron rescatadas, en su mayoría, de un escondite donde las guardaron los sacerdotes cerca del Valle de los Reyes, en Luxor y traídas a El Cairo en un viaje en barco durante el cual recibieron los saludos emocionados de los campesinos a la vera del Nilo. Nos emociona la historia.
Señalemos como curiosidad que una de las momias tenía a su lado una mascota momificada y que otra momia, la de Ramses III, fue localizada por avisos de venta en internet.
El pasado y el futuro se dan la mano y nos acercamos al final de nuestro viaje.
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