"Sí, así es. He venido a devolver un poco de lo que me han dado. Estoy aquí para ayudar a los italianos. Ellos me han ayudado a mí y eso no lo olvido". El testimonio fue recogido por una periodista del diario El Periódico, de España, en un campo de desplazados de Arquata, uno de los pueblos afectados por el terremoto en Italia.
Ajeno a los recelos que las sociedades europeas han demostrado hacia los refugiados e inmigrantes que llegan a Europa, el joven senegalés Iamine Udiaye, de 18 años, quiere ayudar. Solicitante de asilo político hace unos meses, ayuda a los heridos y se suma al grupo de voluntarios para rescatar personas en los Apeninos italianos.
"Yo también tuve miedo cuando la tierra empezó a temblar. Me desperté súbitamente. Pero nada puede ser peor a lo que ya he vivido", contó a El Periódico. "Hace apenas dos meses, era yo quien necesitaba ayuda", dijo, recordando cómo hace pocas semanas se jugaba la vida atravesando el Mediterráneo en una barcaza. "Los guardacostas italianos me salvaron", agradece y devuelve.
La original iniciativa fue fruto de una idea de los mismos chicos, cuenta al diario Paolo Bernabucci, el coordinador del grupo y presidente de la ONG GUS, que desde hace veinte años atiende a solicitantes de asilo político en la región de Las Marcas. "A pesar de las muchas dificultades, uno de nuestros objetivos es lograr que estos chicos se integren en la sociedad y por eso, cuando ellos lo pidieron acepté enseguida", dice.
Aun así, contó el coordinador, no fue fácil llevar a los jóvenes africanos hasta las zonas afectadas por el sismo, a causa de la burocracia y de la desconfianza que algunos sienten hacia ellos. "Surgieron polémicas, pero así y todo lo logramos, lo cual es un gran orgullo", se emociona.
Otro de los jóvenes voluntarios africanos, Medolime Sarr, de 26 años, agregó: "No he venido a Italia para quedarme con los brazos cruzados. Estoy haciendo lo que puedo. Ojalá esto sea un ejemplo para mostrarle a la gente que no somos personas malas".