
El ser humano siempre ha tenido una obsesión con la velocidad. Desde los primeros carros tirados por caballos hasta los trenes bala y los cohetes espaciales, ir más rápido ha sido sinónimo de progreso. Pero si hay una máquina que ha revolucionado nuestra percepción del tiempo y el espacio, es sin duda el avión. Hoy, subir a un avión y cruzar miles de kilómetros en pocas horas es algo cotidiano. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar a qué velocidad viaja un avión y qué factores influyen en esa velocidad.
Cuando hablamos de la velocidad de un avión, no existe una única respuesta. Todo depende del tipo de aeronave, de su diseño, de su propósito, de la altitud a la que vuela y hasta de las condiciones climáticas. No es lo mismo un avión comercial como un Boeing 737 que un caza supersónico como el F-22 Raptor, ni un vuelo de cabotaje que uno intercontinental. Incluso dentro de la aviación civil, la velocidad puede variar significativamente según la aerolínea, la ruta, la altitud de crucero y el peso del avión.
Además, la velocidad no siempre se mide de la misma manera. Los pilotos usan conceptos como velocidad indicada, velocidad verdadera y velocidad respecto al suelo. Cada una de estas medidas tiene implicancias distintas y puede generar confusión si no se las comprende bien.

¿Cuál es la velocidad promedio de un avión comercial?
Los aviones comerciales modernos, como los Boeing 737, 777 o los Airbus A320 y A350, suelen volar a una velocidad de crucero que ronda entre los 800 y los 930 kilómetros por hora. Esta velocidad, que puede variar ligeramente según el modelo y las condiciones meteorológicas, se alcanza cuando la aeronave ya está a altitudes de crucero, generalmente entre los 10.000 y 12.000 metros de altura. Es importante aclarar que estas velocidades corresponden a la llamada "velocidad respecto al suelo", la cual puede verse afectada por los vientos de cola o de frente.
Durante el despegue o el aterrizaje, la velocidad es considerablemente menor, situándose entre los 240 y los 300 km/h. En esas fases del vuelo, la prioridad es la seguridad y la maniobrabilidad más que la eficiencia aerodinámica. Por eso, cuando sentimos que el avión acelera fuertemente al despegar, no estamos alcanzando aún su velocidad máxima. La verdadera "velocidad de crucero" comienza a notarse recién unos minutos después del ascenso inicial.
Además, muchas personas se sorprenden al saber que el avión no viaja a la misma velocidad todo el tiempo. Dependiendo del tráfico aéreo, la turbulencia o la planificación del vuelo, los pilotos pueden ajustar la velocidad para optimizar el consumo de combustible o evitar zonas climáticas adversas. Esta variabilidad es normal y está cuidadosamente calculada por los sistemas de navegación y por la experiencia de los pilotos.

¿A qué velocidad puede volar un avión militar?
Cuando hablamos de aviones militares, la velocidad adquiere otra dimensión. Algunos jets de combate, como el F-22 Raptor o el Eurofighter Typhoon, pueden superar fácilmente los 2.000 kilómetros por hora. En este caso, se utiliza otra unidad de medida: los Mach, que expresan la velocidad en relación con la velocidad del sonido. Por ejemplo, Mach 1 equivale aproximadamente a 1.234 km/h a nivel del mar. Un avión que vuela a Mach 2, por lo tanto, se desplaza al doble de la velocidad del sonido.
Esta velocidad es fundamental para misiones que requieren rapidez, evasión o interceptación. Sin embargo, no todos los vuelos militares alcanzan estas velocidades. Muchos vuelos de patrullaje, transporte o entrenamiento se realizan a velocidades más bajas, similares a las de la aviación civil. La velocidad máxima solo se alcanza en situaciones de combate o demostraciones.
Por otra parte, hay aviones experimentales, como el SR-71 Blackbird, que han llegado a superar los 3.500 km/h, batiendo récords históricos. Estos modelos no están en operación regular, pero muestran hasta qué punto la ingeniería aeronáutica ha sido capaz de desafiar los límites del aire. Estos datos también ayudan a entender por qué, cuando se compara con la aviación comercial, los aviones militares juegan en una liga totalmente distinta.

Factores que afectan la velocidad de un avión
La velocidad de un avión no depende únicamente del motor o del diseño aerodinámico. Hay múltiples factores externos que influyen en cuánto puede acelerar una aeronave. Uno de los más importantes es la altitud. A mayor altitud, el aire es menos denso, lo que permite una menor resistencia y una mayor eficiencia. Por eso los aviones comerciales vuelan entre los 10.000 y los 12.000 metros: allí logran el equilibrio ideal entre velocidad y consumo de combustible.
Otro factor clave es el peso del avión. Cuanto más cargado esté, más energía necesitará para alcanzar y mantener la velocidad de crucero. Por eso, las aerolíneas calculan cuidadosamente la carga útil y distribuyen el peso en el avión de manera equilibrada. Incluso el viento puede jugar un rol importante: un viento de cola puede acelerar al avión, mientras que un viento de frente lo puede frenar y hacerle consumir más combustible.
También hay factores tecnológicos como los flaps, los spoilers y los sistemas de navegación computarizada, que permiten optimizar la velocidad en cada fase del vuelo. Y por supuesto, está la intervención humana: el piloto y el centro de control aéreo pueden tomar decisiones que alteren momentáneamente la velocidad, ya sea por razones de seguridad, eficiencia o necesidades del tráfico aéreo.

¿Cómo se mide la velocidad de un avión?
La velocidad de un avión puede medirse de distintas maneras, dependiendo del contexto. Una de las más comunes es la velocidad indicada (IAS, por sus siglas en inglés), que es la que el piloto ve en sus instrumentos y se calcula según la presión del aire que entra en los tubos de pitot. Esta velocidad no tiene en cuenta factores como la altitud o la temperatura del aire.
Luego está la velocidad verdadera (TAS), que sí contempla la altitud y las condiciones atmosféricas, y ofrece una medición más precisa del desplazamiento real del avión a través del aire. Finalmente, está la velocidad respecto al suelo (GS), que es la que experimentamos como pasajeros y la que usualmente aparece en las pantallas informativas del vuelo. Esta velocidad tiene en cuenta la dirección y la fuerza del viento.
Entender estas diferencias es crucial para interpretar correctamente los datos de vuelo. Por ejemplo, un avión puede tener una velocidad indicada de 450 nudos, pero si hay un viento de cola fuerte, su velocidad respecto al suelo puede superar los 900 km/h. Por eso, en muchas ocasiones, un vuelo de ida puede tardar menos que el de regreso, aún cuando se recorre la misma distancia.
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