Alemania es un país que logra combinar modernidad y tradiciones atemporales con paisajes espectaculares, metrópolis vibrantes, pueblecitos idílicos, obras de arte arquitectónicas y palacios de cuentos de hadas. Llegar a hacer turismo en Alemania puede resultar todo un desafío, ya que se vuelve difícil decidir qué ruta y qué lugares visitar.
Turismo en Alemania
Alemania es un país que cautiva, ilumina y sorprende al viajero. Sus ciudades son centros de alta tecnología con una energía contagiosa y un panorama culinario y cultural muy de moda; su naturaleza regala paisajes de cine, desde las costas barridas por el viento hasta los vertiginosos picos alpinos; y es posible visitar castillos y catedrales que se construyeron antes de que Colón zarpara rumbo a América o descubrir las últimas tendencias en arte urbano.
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A continuación, los lugares que merecen ser visitados durante el primer viaje a Alemania.
Hamburgo, la segunda ciudad más grande de Alemania
Hamburgo, puntal comercial desde la Edad Media, es un cautivador mosaico de cultura contemporánea, arquitectura, música y vida nocturna. El recorrido se puede iniciar desde el mirador del marítimo Elbphilharmonie, el nuevo y espectacular auditorio de Hamburgo y puerta de entrada a la HafenCity, una antigua zona de muelles convertida en barrio portuario.
Se puede hacer un receso para degustar un café en la Speicherstadt, una zona de canales y almacenes de ladrillo rojo reconocido por la Unesco. Esta zona, a su vez, alberga la hipnótica Miniatur Wunderland, la maqueta de tren más grande del mundo. Brücke 10 es un puerto para degustar comida de paso, saboreando una cerveza en el bar StrandPauli.
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También se puede realizar una ruta nocturna por el Reeperbahn, una zona de marcha gloriosamente sórdida y el barrio rojo de la ciudad, donde antaño se foguearon los Beatles.
Alpes Bávaros: aventuras e historia
Un paisaje lírico de bosques, arroyos y prados salpicados de flores silvestres se despliega al pie de los Alpes Bávaros, un terreno privilegiado para todo tipo de actividades al aire libre.
Allí se puede visitar el Schloss Neuschwanstein, el palacio más famoso del mundo, cuya magia se revela al caer la noche cuando los turistas ya se han ido. Baviera está llena de iglesias, e incluso los visitantes menos religiosos admirarán la exuberante Wieskirche, de estilo rococó, que se alza, serena, en medio de un prado alpino. Por otro lado, Garmisch-Partenkirchen atrae a los amantes de la montaña por sus famosas pistas de esquí y su vertiginoso tren cremallera, que sube hasta la cima del Zugspitze, el pico más alto del país.
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Los que admiran de la historia pueden contemplar el pasado más siniestro de Alemania en Berchtesgaden, donde se alza el Nido del Águila, el refugio de montaña de Hitler, y la Dokumentation Obersalzberg, una exposición sobre la época en la que la ciudad fue la sede sur del partido nazi.
Berlín, una de las capitales más vibrantes del mundo
Desde la caída del Muro, en 1989, Berlín disputa una carrera apasionante para convertirse en una de las capitales más dinámicas del mundo. Adelante con las selfis en el Reichstag, la Puerta de Brandenburgo, el Checkpoint Charlie y otros lugares famosos; y adelante, con maravillarse ante las monumentales antigüedades Pergamonmuseum o con la eterna belleza de la reina Nefertiti en el Neues Museum, pero después conviene profundizar un poco más en este crisol de experimentación cultural, y descubrir todo aquello que “solo pasa en Berlín”.
Otro de los puntos por ver es el Tempelhofer Feld, un antiguo aeropuerto reconvertido en zona de recreo urbano para todo el mundo, desde aficionados al kitesurfing hasta jardineros comunitarios. Para descubrir el arte contemporáneo se puede ir a ver la Boros Collection, expuesta en un antiguo búnker de la II Guerra Mundial, o disfrutar de un concierto en Silent Green, un crematorio reconvertido en centro cultural.
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Para aquellos días bastentes calurosos del verano conviene pasar el tiempo en el Badeschiff, un carguero reciclado en club de playa. El vibrante panorama del arte urbano berlinés se descubre con un circuito a pie de la mano de un meister del espray en Urban Nation, el primer museo de arte urbano del mundo.
Weimar y Dessau y la Bauhaus
Durante 1919, Alemania vivía una época agitada luego de la Primera Guerra Mundial. Eso cambió hasta que el orden se restauró en Weimar, una idílica ciudad de la campiña de Turingia. Allí nació la República de Weimar, el primer ‘experimento’ alemán con la democracia, y también la Bauhaus, la escuela de diseño cuyo lema “menos es más” revolucionó la estética del s. XX. Un nuevo museo en Weimar rendirá tributo a esta matrona del modernismo que entró en su fase más fecunda al trasladarse a Dessau en 1925.
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En esta ciudad del Elba se puede visitar el edificio original de la escuela, y pasar por las Meisterhäuser, los hogares de algunos de sus famosos maestros, como Walter Gropius, Paul Klee y Wassily Kandinsky, entre otros. También se puede disfrutar de un circuito Bauhaus en Berlín, donde la escuela fue suprimida por los nazis en 1932. Por suerte, han sobrevivido una gran cantidad de edificios modernistas, incluido el Hufeisensiedlung, con forma de herradura, y una de la media docena de fincas declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco.
Selva Negra, región atemporal y mágica
Selva Negra es una zona boscosa de Alemania con bosques tan espesos y oscuros que podrían albergar la casita de chocolate de la bruja del cuento de Hansel y Gretel. Extendiéndose al este del Rin, entre la frontera suiza y la elegante Baden-Baden, con sus espléndidos baños termales y su casino, esta región es un núcleo gourmet con más de dos docenas de restaurantes con estrellas Michelin.
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También es la cuna de la tarta Selva Negra, un postre cremoso bañado en kirsch; en el Cafe Schäfer de Triberg sirven una de las mejores. Triberg es a su vez la capital alemana de los relojes de cuco, con dos relojes del tamaño de una casa y las cascadas más altas del país. Desde allí hay un breve trayecto hasta Friburgo, una carismática ciudad universitaria con una majestuosa catedral y un montón de plazas animadas y llenas de cafés.
Valle del Mosela
Los vinos alemanes no tienen la fama que merecen, pero los acólitos de Baco (el dios romano del vino) emprenderán con gusto la excursión que sigue el sinuoso río Mosela. Incidentalmente, fueron los romanos quienes fermentaron uva por primera vez hace 2000 años; y también fundaron Trier (la ciudad más antigua de Alemania), que dotaron de anfiteatros, termas y la famosa Porta Nigra. Esta ciudad es ideal como punto de partida para una ruta en coche o bicicleta a lo largo del río.
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De camino a Koblenz se puede contemplar el viñedo más empinado del mundo, castillos medievales envueltos en leyendas e históricos almacenes vinícolas. Bernkastel-Kues y sus casas con entramados de madera, Traben-Trarbach y su estilo belle-époque, y el romántico Beilstein son pueblos que invitan a una pausa para saborear buenos rieslings y otros vinos alemanes clásicos.
Paseo por Munich
La capital bávara complace a los viajeros que van en busca de los clásicos clichés alemanes. Se trata de una ciudad llena de automóviles BMW, dirndls y cervecerías con bandas musicales tradicionales, pero bajo todos estos clichés hay una ciudad sofisticada, rica y orgullosa de sí misma.
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Para disfrutar de la pintura, de Rembrandt a Richter, se puede visitar el trío de museos Pinakothek o la exquisita Lenbachhaus, con una nueva ala diseñada por Norman Foster. Para vivir la pasión que Alemania siente por el fútbol se puede asistir a un partido del equipo local, el FC Bayern München, el equipo superestrella del país, que juega en el espectacular Allianz Arena.
Aquellos fanáticos al motor deberían ir directos al museo de BMW, fábrica y showroom, mientras que los amantes de las historias de la realeza pueden visitar la enorme Residencia de Múnich. Los más intrépidos disfrutarán practicando surf en el Eisbach o con un vertiginoso paseo en tirolina sobre el Estadio Olímpico.
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