Centenares de personas se agolparon esta mañana en las oficinas de Qatar Airways en Riyadh para reprogramar sus vuelos o devolver sus pasajes luego de que la aerolínea qatarí decidiera modificar su cronograma de vuelos.
Mientras tanto, Donald Trump bendijo las medidas para aislar a Qatar, e insinuó que la ruptura de relaciones de Arabia Saudí y sus aliados con el país era mérito suyo tras su primera gira internacional como presidente de EE UU.
Decenas de vuelos han sido cancelados y la necesidad de encontrar rutas alternativas va a encarecer tanto las importaciones de alimentos y materiales de construcción como las exportaciones de gas. Pero más allá de los costes para Doha, la crisis cuestiona la política de la Administración Trump de unir a los árabes y a Israel frente a Irán.
La postura de Trump sorprende por lo contundente, ya que Qatar acoge una importante base militar estadounidense, y contrasta con el tono conciliador con el que reaccionó el secretario de Estado, Rex Tillerson, que, cuando se anunció la medida, llamó a la calma y animó a esos países a “sentarse y abordar sus diferencias”.