
Donald Trump nunca ha escondido su visión sobre cómo abordar las relaciones entre EEUU y Cuba. El ejemplo más evidente fue su eufórica reacción -vía Twitter- tras el fallecimiento del dictador Fidel Castro, muy alejada de la línea de corrección política mostrada por otros líderes mundiales.
Este viernes el presidente norteamericano ha dejado claro en Miami, capital del exilio del régimen comunista, que su rechazo a la falta de libertades en la isla no se quedará sólo en palabras o tweets. En un teatro de la Pequeña Habana, ante una multitud de disidentes cubanoamericanos favorables a este viraje, le puso la firma a una orden que retorna a la mano dura con La Habana, con nuevas restricciones comerciales y al turismo, aunque manteniendo las sedes diplomáticas o la compra de cigarros y ron.
La nueva política de Trump pretende volver a la presión contra Castro, cortando la entrada de capitales desde EEUU.
La primera restricción se sentirá en el turismo
Aunque los viajes a la isla aún cuentan con ciertas restricciones legales, como tener que justificar la visita dentro de algún tipo de actividad educativa o cultural, en la práctica, esto suponía un vacío legal que permitía llegar a Cuba sin problemas, incluso en solitario.
Desde ahora, sólo se podrá ir en grupo y bajo estrictos controles, lo que puede repercutir en una industria que recién estaba despegando
Esto no afectará a los cubano-americanos, que podrán seguir visitando a sus familias en la isla y enviarles remesas.
Tras aclarar que las embajadas estadounidenses seguirán abiertas y que respetará la soberanía de Cuba para elegir su propio camino, advirtió de que “cualquier posibilidad de relación dependerá de una progresión real y del cumplimiento de los objetivos democráticos" y prometió mantener el apoyo a los disidentes.
La meta de este cambio es limitar los recursos de Castro. Aunque la opinión pública no parece estar de su lado en esto, Trump cuenta con el apoyo del senador por la Florida Marco Rubio y del congresista Mario Díaz-Balart, ambos republicanos y representantes de muchos electores cubano-americanos, un sector que en Florida no quiere ni oír hablar del fin del embargo o de nada que pueda suponer perpetuar la dictadura cubana.
Rubio, junto al gobernador del estado y al vicepresidente, Mike Pence, respaldaron este viernes al presidente, presentando su mitin y aplaudiendo estas medidas y en el que se escuchó a Pence gritar "Cuba libre".