Esta semana, el país europeo volvió a entrar en actividad reabriendo museos, bares y escuelas secundarias, luego de haber estado dos meses en confinamiento por el aumento de casos de coronavirus en el continente. Entre una de las tantas aperturas, el Palacio da Pena también accedió al ingreso de visitantes para el recorrido de sus pasillos empapados del romanticismo.
El Palacio es una de las mayores atracciones de Portugal, de la cual ningún turista se abstiene de su visita. Desde 1995 corresponde al patrimonio mundial de la UNESCO y es considerado un monumento nacional y una de las Siete Maravillas de Portugal. También constituye una de las mayores expresiones del romanticismo del siglo XIX en el mundo. En ocasiones es utilizado para reuniones de Estado por el presidente de la República Portuguesa y otros funcionarios del gobierno.
Un poco de su historia
En 1836 el príncipe Fernando II de Portugal, esposo de la reina María II, se enamoró de las colinas de vegetación exuberante de Sintra en una excursión que realizó junto a su esposa. En esta excursión, la pareja real pudo contemplar las ruinas de un antiguo monasterio devastado a raíz del terremoto en 1755. El monasterio había sido de los frailes de la Orden de San Jerónimo y fue construido, originariamente, por el rey Juan II y transformado, de forma substancial, por el rey Manuel I quien, cumpliendo una promesa, ordenó la reconstrucción del monasterio en honor de Nossa Senhora da Pena y lo donó a la orden de San Jerónimo. Fue el príncipe Fernando II quien ordenó la construcción del palacio da Pena.
Fernando de Sajonia (Fernando II) adquirió el monasterio en 1838 , junto con unas ruinas que conservaban intacta la capilla con un magnífico retablo de alabastro atribuido a Nicolás Chanterenne. La enorme propiedad incluía la sierra de Sintra, dentro de la cual se encontraban diversas villas y el llamado castillo de los Moros (Castelo dos Mouros).
La reconstrucción, en la que intervino por deseo del rey el Barón de Eschwege, fue lenta y costosa. Finalmente se convirtió en un recinto en el cual se pueden contemplar diferentes estilos que van desde el neogótico hasta al neoislámico, pasando por el neorrenacimiento y una visión pseudomanuelina que convierten el espacio en un ambiente claramente exótico. Además, en las vertientes de la montaña se construyó un magnífico parque inglés que, junto con el palacio, se convirtió en un icono de la arquitectura portuguesa.
Pronto se adaptó el palacio como residencia de verano de la familia real. Numerosas colecciones reales se trasladaron al palacio y a la vez se crearon ricos ornamentos, que fueron desde los célebres estucados hasta las paredes pintadas al óleo. Por todo esto, la Unesco declaró Sintra como Patrimonio de la Humanidad en 1995.
Colores que cautivan
El Palacio Nacional da Pena es como una joya sagrada que gobierna la Sierra de Sintra. El castillo se encuentra en la cima de una colina en las montañas sobre la ciudad, y las infinitas tonalidades de verde que pintan el parque circundante, constituyen un telón de fondo idílico, muchas veces bajo el velo de la niebla característica de la región.
Los coloridos tonos del palacio, máximo exponente del Romanticismo en Portugal abren las puertas a la imaginación de todos los que llegan allí. Como si saliera de un cuento de hadas, este lugar hace que todos los visitantes vivan un momento de ensueño durante su recorrido.
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