Desde la imponente cordillera de los Andes, en contacto con la historia, la tradición y la naturaleza, se despliega una mezcla única de climas, paisajes de alta montaña, especies autóctonas y pueblos originarios.
Extensos viñedos y olivares, ríos de agua pura, parques naturales declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO, una ruta que lleva a hacia restos fósiles de millones de años y picos nevados con las cumbres más altas de América: Mendoza es una amalgama única, con el encanto de un pueblo cálido y paisajes que cautivan.
Recorrer la tierra del vino, vivir la adrenalina en el corazón de la cordillera o descubrir el relax en las aguas termales. En Mendoza se explora parte de la historia.
El aire puro, la frescura del agua del deshielo y la adrenalina se sienten a pleno en la Cordillera, donde las opciones van desde escalar una montaña y practicar senderismo hasta atreverse a un rafting o una cabalgata, todo en una postal de ensueño.
A medida que se avanza por los senderos de Mendoza, el corazón late cada vez más fuerte. En pleno rafting por ríos torrentosos, disfrutando el senderismo en medio de las montañas, en una cabalgata o aceptando el desafío de subir el Aconcagua, siempre hay algo que acompaña a los buscadores de experiencias como parte del camino: la naturaleza y la adrenalina.
Deportistas, aventureros, jóvenes y familias se cruzan en la aventura y nunca están solos, la cordillera los cobija haciéndoles sentir su presencia imponente y los diálogos salvajes de la naturaleza: el viento que silba entre las quebradas, el canto de los pájaros, el chocar del agua contra las rocas.
A lo largo del día, la luz del sol hace mutar la postal, que siempre es encantadora pero nunca la misma. Los guías, nacidos y criados entre esas montañas y esos ríos, transmiten el amor por el entorno junto con historias que parecieran volver al presente para mostrarnos por dónde ir.
La emoción llega cuando, de repente, aparezca una caverna o una antigua mina, se alcance una cumbre o sorprenda la magnificencia y la inmensidad de un paisaje.
Un día de aventura o una travesía de una semana, todo alcanza para plantearse una meta y sentir, en soledad o en grupo, la felicidad de haberla alcanzado. Hay espacio para la contemplación solitaria que imponen los Andes. Para respirar aire puro y comprender que la naturaleza está viva, y abraza.
Ya de vuelta en Llancanelo, Malargüe, Potrerillos, San Rafael, Las Heras o Luján de Cuyo, los principales destinos donde hacer base, los viajeros duermen como nunca, con el cansancio placentero de haberse superado y la ilusión de saber que aún quedan muchas aventuras por emprender.