Si en la Argentina mencionamos la palabra “churro”, lo primero que viene a la mente es la postal típica del verano en la costa bonaerense: el churrero que camina de punta a punta entre sombrillas y reposeras; una ronda de amigos tomando mate en una playa de Villa Gesell; o una panzada post-boliche costero.
Eso es el churro: una especialidad popular
Una delicia de masa frita, crocante y dorada por fuera, cremosa por dentro, que deja los dedos brillantes y aceitosos, y dulce de leche chorreando.
Pero este año hay una revolución masiva en el paladar que hasta pone en riesgo la compañía oficial del mate, como son los clásicos e imbatibles rellenos de dulce de leche, o los bañados en chocolate.
Apareció una competencia a esos dulces churros y convence cada vez más a los amantes de lo salado: los churros de roquefort
Seguramente estos churros fashion son buenos acompañantes de la picada o la cerveza.
Sorruhc
En letras rojas se ve la palabra escrita al revés; como si esta inversión de la palabra “churro” sirviera como un código subliminal que llama a probarlos.
Para el paladar debutante se trata de una experiencia extraña. El sabor salado de la masa frita se combina con la intensidad del lácteo de origen francés.
“Cada vez los compra más gente. No compiten con el dulce de leche pero se están poniendo de moda”
El churro se hace con harina, agua hirviendo y un poquito de sal. Y luego se sumerge y se cocina en grasa caliente. Argentina heredó la costumbre de España.
El exótico churro de roquefort es netamente argentino. Pero no es un invento de esta temporada. La idea se le ocurrió a Hugo Navarro hace muchos años, fundador de la primera churrería de Villa Gesell, instalada hace 50 años en el centro de lo que entonces era una playita hippie y hoy es una ciudad.
Todavía funciona en ese mismo local. Se trata de “El Topo”, que luego extendió sus dominios comerciales por el país y especialmente por la costa: Necochea, Pinamar, Valeria del Mar y otros.
Mientras los paladares extravagantes se van acostumbrando ampliándose la adhesión al churro de roquefort, todos aseguran que el clásico de dulce de leche es imbatible.
“Los más chicos quieren el de avellanas y los más grandes, los abuelos, suelen elegir los de crema pastelera”
La docena de churros de roquefort sale $ 160. Cincuenta pesos más que los de dulce de leche y 20 que los bañados en chocolate.