Viajar en barco por el Sur de la Patagonia, a través de fiordos, pasando por islas boscosas y hacia un glaciar del cual se desprenden bloques de hielo que caen al mar, es una expedición de un atractivo inmenso.
Se trata de un crucero que parte de Puerto Montt hacia la Laguna San Rafael, brindando a los pasajeros un espectáculo natural monumental
El crucero por la Patagonia chilena que mira al Océano Pacífico, se inicia con un paseo por la ciudad de Puerto Montt, punto de partida de la salida.
Mientras el crucero “Skorpios II” abandona Puerto Montt, los camareros sirven “pisco sour”, el cóctel típico de Chile. Se trata de un crucero donde muchas cosas son muy diferentes de lo que ocurre en los barcos que navegan el Mediterráneo o el Caribe.
El “Skorpios II” es un barco pequeño, de 70 metros de eslora y diez metros de anchura. El fundador de la naviera, Constantino Kochifas, comenzó su negocio transportando diésel y alimentos de Puerto Montt a Puerto Chacabuco. Durante la vuelta exploraba estrechos y canales.
Los pescadores le hablaban de los icebergs y glaciares del sur. En 1960, Kochifas bajó por primera vez en barco a la Laguna San Rafael y quedó encantado.
Surgió el plan de enseñar esta joya de la naturaleza a turistas
El momento llegó en 1976: Kochifas había mandado instalar camarotes en su mercante y navegó con 14 pasajeros hacia la laguna glaciar.
Actualmente, la empresa la dirige uno de los hijos del fundador. Constantino Kochifas murió poco antes de cumplir 80 años a bordo de uno de sus tres cruceros.
Oscar Aguilar timonea prudentemente el barco junto a islas y rocas en la costa este de Chiloé. “Aquí, uno necesita mucha experiencia”, dice el capitán. En el Canal Corcovado, las olas pueden alcanzar una altura de cinco metros.
Chonos
El archipiélago de Chonos toma su nombre de los primeros habitantes de la región.
Los chonos vivían en tiendas hechas de piel de lobo marino y se lanzaban al mar en canoas hechas de troncos de árboles. Untaban en su piel la grasa de lobos marinos y saltaban desnudos a las aguas gélidas para cazar peces con arpones hechos de huesos de ballena y para buscar moluscos. Monjes españoles les trajeron la Biblia y la tuberculosis. Los chonos sólo sobrevivieron en los genes de algunos descendientes.
Islas y fiordos
La mayoría de las 800 islas están despobladas. El barco se abre camino por un laberinto de islotes, rocas y lenguas de tierra, cubiertas de bosque andino, también llamado selva húmeda.
En el horizonte resplandece el hielo eterno de las cimas de los Andes. Sólo las boyas de color naranja de los criaderos de salmón alteran el idilio con la naturaleza
Cuanto más se adentra el barco en el fiordo Quitralco, más se acercan las montañas. La laguna y el glaciar aún están escondidos detrás de una lengua de tierra.
Aguilar tiene que pilotar el barco por un canal estrecho. Debido a la fuerte corriente y los icebergs, este tramo del viaje es el más difícil.
La laguna está protegida como parque nacional y es reserva de la biósfera de la Unesco. Si se hubiera abierto una salida al Pacífico, según explica el guía del barco, Víctor Teneb:
“En la laguna habría penetrado tanta agua salada que el glaciar ya habría desaparecido”
Aún así, el glaciar, que nace en el campo de hielo en el sur de la Patagonia, ha retrocedido considerablemente.
El barco fondea a los pies de las empinadas pendientes selváticas. Los pasajeros se ponen los chalecos salvavidas y suben a los botes. Teneb timonea por icebergs, algunos de ellos tan bajos como un submarino que sale a la superficie y otros tan altos como enormes acantilados.
El hielo está acanalado, pulido y muy poroso, cristalino, blanco como la nieve y de color azul neón. Cuanto más azul es el color, tanto más comprimido está el hielo, explica Teneb. Sin embargo, al final, la enorme pared de hielo al fondo atrae todas las miradas.
Las torres de hielo más altas se alzan hasta 60 metros sobre la laguna
“No las pierdan de vista”, dice Teneb. Y efectivamente, un minuto después se rompe toda una pared de hielo. El espectáculo se parece a la voladura de un rascacielos.
El hielo cae al agua con un gran estrépito. Del agua verde salen icebergs como corchos a la superficie
Rápidamente, Teneb dirige la proa hacia la ola de pleamar. “Es por esto que mantenemos una distancia de 500 metros”, dice.
En el momento culminante del espectáculo, el timonel sube al barco un trozo pequeño de un iceberg. Con un pico, el barman corta un pedazo de hielo, lo parte en trocitos que mete en copas y les pone whisky. Ya está lista la bebida exclusiva “12/30”:
Un whisky de 12 años sobre hielo de 30.000 años de antigüedad
El crucero de cinco días hacia Laguna San Rafael se ofrece entre septiembre y mayo.