Más de una decena de torres presiden el casco antiguo de Cáceres, delimitado por murallas de época árabe. Calles empedradas jalonadas de casas-fortaleza medievales y palacios renacentistas componen las estampas más bellas de esta ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad.
La ciudad de Cáceres fue fundada por los romanos en el 34 a. C., pero fue con la llegada de los árabes (s. XII) cuando la ciudad experimentó una época de esplendor.
Un siglo después la ciudad pasaría a manos cristianas tras ser reconquistada por el rey Alfonso IX de León. En el siglo XV, la reina Isabel la Católica puso fin a las continuas luchas de poder entre nobles ordenando el desmoche de las torres de sus casas-fortaleza. Comenzó, a partir de entonces, una época de bonanza económica para la ciudad, favorecida principalmente por su activo papel en el descubrimiento de América.
El recinto amurallado de Cáceres, almohade en su mayor parte, conserva todavía abundantes torres defensivas medievales como la de Bujaco, la de Yerba o de la Hierba y la del Horno, construidas en el siglo XII.
La ciudad intramuros
El Arco de la Estrella permite el acceso intramuros. Esta entrada, obra de Manuel de Lara Churriguera, fue construida en el siglo XVIII en sustitución de la anterior Puerta Nueva, de época medieval.
Una vez en el casco medieval, surgen a cada paso palacios y casas solariegas que se distinguen por los escudos de armas familiares. Rodean la Plaza de Santa María varios palacios. Uno de ellos es el de Carvajal, que fue construido entre los siglos XV-XVI, y posteriormente restaurado a mediados del siglo XX.
El palacio alberga en la actualidad el Área de Turismo de la Diputación de Cáceres.
La Concatedral de Santa María, edificio gótico del siglo XV, se encuentra formado por tres naves con bóvedas de crucería. Destaca el retablo mayor con sillería, de estilo plateresco.
La obra, de Guillén Ferrant y Roque Balduque, está realizada en madera de cedro sin policromar y está compuesta de esculturas y relieves de gran valor. En sus capillas laterales, además de los sepulcros y retablos barrocos, merece la pena contemplar la imagen del Cristo de los Blázquez o Cristo Negro que, según la tradición, morían aquellos que se atrevían a mirarla o a tocarla.
Uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura cacereña es el Palacio de los Golfines de Abajo (s. XV), del que sobresale su fachada renacentista de principios del s. XVI, así como la superposición de elementos góticos y mudéjares, y su crestería plateresca del s. XVII. En esta noble edificación llegaron a hospedarse los Reyes Católicos en una de sus visitas a la capital.
Fuera de las murallas, una magnífica escalinata conduce hasta la Plaza Mayor, que queda enmarcada por las abundantes torres y el foro de los Balbos.
El antiguo Palacio de los Marqueses de Torreorgaz ha sido acondicionado como Parador de Turismo, convirtiéndose en uno de los mejores establecimientos hoteleros de la capital. Se trata de un edificio notable de la Ciudad Monumental de Cáceres “la vieja”, que fue edificado en el siglo XIV y reformado posteriormente en los siglos XV y XVII.