Madrid es un crisol de curiosidades. Plagada de leyendas y datos sorprendentes, sigue fascinando a quienes la visitan. Es posible que sea cierto eso de que Madrid es la "ciudad de todo el mundo", pero también es cierto que hay un Madrid de los madrileños.
"Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid".
Rincones ocultos y curiosidades, historias y secretos que se esconden en sus calles, tiendas y recomendaciones para descubrir esta maravillosa ciudad.
Cementerio británico
Situado en el madrileño distrito de Carabanchel, en la calle Comandante Fontanes 7, el Cementerio Británico se considera suelo inglés: es propiedad de su majestad la reina Isabel II de Inglaterra. Se construyó con el fin de dar sepultura a los nacidos en la Gran Bretaña, cristianos pero no católicos, que no eran admitidos en los camposantos españoles, aunque también hay en su interior enterramientos hebreos y hasta alguno musulmán.
Su puesta en marcha vino tras arduas negociaciones entre ambos gobiernos, el británico y el español, y de convenios con el Ayuntamiento madrileño, ya que hubo que realizar una permuta de terrenos para ponerlo en marcha.
Desde su entrada se aprecian sus particularidades; un estilo muy «british» que lo diferencia de los cementerios españoles. Cuenta con alrededor de 600 sepulturas.
Parque El Capricho
Es un espacio verde maravilloso, lleno de sorpresas arquitectónicas, con una historia muy novelesca y una capacidad paisajística que le convierten en un reciento único. No se admiten ni bicicletas, ni pelotas, ya que en el fondo, es un museo en plena naturaleza.
Enclavado en la Alameda de Osuna, sus 14 hectáreas sorprenden al recorrerlo. Dada la variedad de especies, puede decirse que El Capricho no es uno, sino cuatro parques en el mismo lugar, ya que resulta diferente si se visita en primavera, verano, otoño o invierno.
Su origen data de 1784, cuando los duques de Osuna adquirieron la finca, y la duquesa desplegó sus inquietudes artísticas, su buen gusto y sus conocimientos creando un parque diseñado para el disfrute de la vista.
El Capricho se llama así porque está lleno de antojos que la duquesa convirtió en joyas arquitectónicas, como la exedra, el paseo de los Duelistas, el parterre francés, el laberinto, la casa de la vieja, la ermita, el templete de Baco...
Pasear por El Capricho es encontrarse con una estatua de Saturno devorando a sus hijos, y dos pasos más allá, disfrutar del incomparable aroma de los tilos, para seguir y tropezar con el estanque y su casa de cañas, de inspiración oriental.
Una plaza diseñada por Dalí
Madid es una caja de sorpresas. Las hay de todos los tipos y una involucra a uno de los mayores genios de la pintura española: Salvador Dalí. Y es que es de su creatividad ilimitada de donde surgió la idea de la plaza de la avenida de Felipe II y del monumento que la adorna, dedicado al físico Isaac Newton.
Parece ser que fue en una conversación entre el alcalde madrileño Enrique Tierno Galván y el pintor Dalí cuando surgió la idea de ese monumento a Newton.
La estatua, de 3,90 metros de alto, está colocada sobre un cubo de piedra pulida negra en cuyas cuatro caras laterales se leen las letras que forman la palabra «Gala», la musa y compañera del artista. Tras la figura aparece un enorme dolmen de granito -su piedra superior pesa 350 toneladas-, de formas geométricas recias.
Barrio de las Letras
Este conjunto de callejuelas, en unas pocas manzanas, es una rareza madrileña de la que muy pocas ciudades en el mundo puede presumir: un barrio en el que se concentraron los mayores genios de la literatura, de un periodo que se conoce históricamente como Siglo de Oro por la calidad de sus figuras. Y todos, o casi todos, viviendo pared con pared, coincidiendo en las calles, en las tabernas y en las iglesias.
En media docena de calles residieron en la misma época Pedro Antonio de Alarcón, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y Villegas, Miguel de Cervantes, Félix Lope de Vega y un larguísimo etcétera de nombres que han pasado a la historia de la literatura.
El barrio presume ahora de sus orígenes con algunas placas en determinadas calles y un adoquinado especial que contiene algunas frases de obras célebres de sus antiguos vecinos.
Resulta emocionante pensar que a la salida de la visita de la casa original de Lope de Vega, con solo dar unos pasos, uno se encuentra en la esquina donde estuvo en tiempo la morada del autor del Quijote, y una calle en paralelo está la iglesia donde fue enterrado, y algo más arriba la parroquia en la que todos oían misa.
Los viajes de agua
Esto sí que es un tesoro oculto de Madrid: los restos de las traídas de agua por las que, 400 años atrás, la ciudad se abastecía del líquido elemento. Aunque sin uso hace muchos años, siguen siendo una red laberíntica de kilómetros de conducciones subterráneas, algunas en muy buen estado, que en algunos casos, se pueden visitar.
Unas cruzaban la Castellana, otras bombardeaban la Cibeles y las cámaras acorazadas del Banco de España; las hay bajo el suelo del distrito de Tetuán... En ocasiones, las nuevas construcciones o las conducciones las han cercenado, impidiendo el paso del agua.
Caminar por su interior es toda una aventura: de tamaño de una persona, estrechas, y con decenas de ramificaciones saliendo en dirección desconocida, cada pocos metros hay oquedades laterales en las que apoyar una vela. Se camina en total oscuridad -salvo la luz que uno lleve consigo-, con el agua a nuestros pies como un suave arroyo, o hasta la altura del muslo en las zonas en las que se recibe más cantidad.
Las galerías se construían abriendo pozos verticales con paredes de ladrillo, para recoger las aguas procedentes del drenaje de las arenas húmedas. Unas tuberías cerámicas distribuían el agua a lo largo de túneles. La profundidad oscilaba entre 5 y 40 metros, y la distancia a recorre, entre 7 y 12 kilómetros.