Los turistas que llegan a Ushuaia tienen la posibilidad de experimentar y vivir -al menos una noche- la forma en que vivían los pioneros de principios del siglo pasado, en un circuito ubicado a 25 kilómetros al norte de la ciudad.
La travesía se hace en cuatriciclo o moto de nieve según la época del año, y se practica trekking en el bosque, se degusta un exquisito guiso de lenteja en una cabaña, y se escuchan fantásticas historias.
A principios del siglo XX, Ernesto Krund (1883-1960), un alemán conocido como "El Colorado", se instaló en esa zona de la isla que hoy se llama Paraje La Cotorra, donde llegó a ejercer como baqueano de la policía.
El colorado se enamoró del paisaje hace más de un siglo y con su mujer y socia, Gabriela Schneer, fundaron la empresa Ushuaia Blanca que se dedica a llevar turistas al circuito conocido como "La Noche de los Pioneros".
La leyenda del "colorado" ronda el imaginario de los visitantes al enterarse que ese aventurero venido de lejos fue el inspirador del recorrido que finaliza en uno de los puestos originales que él construyó.
Una vez en el paraje La Cotorra, los visitantes se organizan en parejas para ir a la cabaña del pionero, en cuatriciclo o moto de nieve.
Los vehículos son automáticos y los conductores casi lo único que hacen es pulsar un botón para avanzar, frenar y mover el manubrio.
Con la tarde avanzada, las motos se internan en el bosque atravesando puentes, subiendo y bajando por caminos sinuosos, ingresando por el cauce de un arroyo de escasa profundidad, en una caravana aventurera.
Una vez arribados a la cabaña -similar a la que tenía el mítico colorado Kund que fue demolida para extraer las piedras- es el momento de iniciar la caminata que conducirá hasta la "castorera".
"Los castores no se suelen mostrar porque tienen hábitos nocturnos", explicó el guía al referirse a esta especie exótica que se ha convertido en plaga y que pone en peligro el ecosistema boscoso.
De vuelta en la cabaña, cálida y seca, se combate el frío con una vaso de vino caliente mientras el aroma al guiso de lentejas que espera a los visitantes se expande por el ambiente.
Vaso de vino en mano, y con el apetito a punto para degustar el delicioso plato, los visitantes son deleitados con historias de la isla del fin del mundo; sus orígenes, los habitantes originarios y sobre todo, los pioneros.
Es ahí cuando surge con toda su mística la historia del colorado Kund, quien llegó a estas lejanas tierras por una falla en el barco en el que viajaba, y que decidió quedarse una vez reparada la nave.
"El alemán decidió quedarse y se tiró al agua y nadó hasta la costa una vez que el barco zarpó. El capitán -contó Cornejo- lo dio por muerto a causa de las frías aguas del Canal de Beagle, pero Kund no murió y se instaló definitivamente en estas tierras".
Solo en medio del bosque armó su cabaña, consiguió perros y caballos, conoció el lugar y se alistó como correo de la policía "pero su espíritu indómito hizo que fuera varias veces sancionado por indisciplina", relató Cornejo ante la sonrisa cómplice de los excursionistas.
Terminada la cena y las historias, es el momento del café que hacen al mismo estilo de los pioneros, sin filtro pero sin borra, lo que logran con la introducción de una brasa encendida en el agua con el café de manera que la infusión queda también quemada.
La noche domina el paisaje y es tiempo de deshacer el camino, para lo cual las potentes luces de los cuatriciclos y motos abriéndose paso en el bosque sirven de guía para los agradecidos turistas.
La vegetación fueguina, con las sombras del bosque que se adivina en la oscuridad es un regalo a los sentidos y una promesa de volver para descubrir un circuito distinto a los tantos que ofrece Tierra del Fuego.