Si elegiste recorrer la Ruta estatal número 1 de California, seguramente quedarás maravillado con los acantilados, el mar y sus puestas de sol, por lo tanto, estate alerta y no te pases del desvío al monumento a lo increíble: el Castillo de Hearts.
La increíble mansión Hearst es un palacio encargado por el magnate de prensa William Randolph Hearst a la arquitecta Julia Morgan, situado cerca de San Simeón, Condado de San Luis Obispo, California, Estados Unidos.
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El gran sueño del magnate: un castillo europeo en USA
Fue el gran sueño de Hearst: construir su casa en lo alto de San Simeon, “el lugar más hermoso del mundo”. Para el magnate de la prensa, este enclave, situado en la costa central de California, era un lugar muy especial, que visitaba muy a menudo, sobre todo en verano.
Le gustaba acampar con su familia (tenía mujer y cinco hijos) y disfrutar de las vistas. Su sitio preferido era una colina, a 490 metros de altitud, que él llamaba la Colina Encantada (en castellano). Las vistas desde allí son espectaculares: el océano Pacífico enfrente, extensas praderas a los lados y, detrás, las montañas de Santa Lucía.
Una casa de verano en California
Esta gigantesca propiedad, de unos 300 kilómetros cuadrados, pertenecía a su familia desde 1865, cuando lo compró su padre. En 1919, Hearst tomó la determinación de construir allí su nueva residencia. Acababa de heredar tras la muerte de su madre 7,5 millones de dólares.
Entonces tenía 56 años y era dueño de un poderoso imperio editorial. Poseía una decena de diarios, revistas (Cosmopolitan, Harper’s Bazaar…), emisoras de radio, agencias de noticias y la productora de cine Cosmopolitan, creada para impulsar la carrera de su amante, la actriz Marion Davies.
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Hearst le dijo a su arquitecta que quería que le construyera “algo en la cumbre de San Simeon”. En un principio iba a ser una “sencilla” residencia de verano. Sin embargo, fue cambiando sus planes con los meses y pidió algo más grande: quería algo grandioso y lo quería pronto.
Así asomó sobre la colina el fabuloso castillo. Con impresionantes vistas a la costa oeste y al océano Pacífico, ocupa una extensión de algo más de 101.000 hectáreas, cuenta con 56 habitaciones, 61 baños y 19 salones.
Construirlo no fue fácil. El transporte de los materiales, la falta de mano de obra, los costos interminables. San Simeon estaba en una zona tan despoblada que apenas había trabajadores en las inmediaciones.
Así se decidió comenzar por las casas de invitados. La primera en terminarse fue la Casa del Mar, una vivienda de 497 metros cuadrados, con 8 habitaciones, 6 baños, un salón y una gran terraza. Allí se hospedó la familia Hearst hasta que estuvo construido el edificio principal, la Casa Grande.
Las obras de la Casa Grande comenzaron en 1921, pero nunca se terminaron. Aunque las salas más importantes estaban en uso en 1927, la construcción continuó casi sin interrupciones hasta 1947. Su aspecto exterior recuerda más al de una iglesia que al de un castillo.
Con los años, las críticas se hicieron sentir. Hearst creía estar construyendo un castillo de estilo español, pero en realidad estaba levantando una mezcla grandilocuente y kitsch de palacio hispano-musulmán, monasterio gótico, iglesia renacentista y villa colonial.
Un pastiche historicista que, por su pintoresca ubicación y sus enormes dimensiones, recuerda también a los castillos bávaros de Luis II de Baviera.
Hearst rodeó su castillo con todo tipo de instalaciones para uso recreativo. Desde jardines a canchas de tenis, un aeródromo de dos pistas (que utilizaron célebres aviadores como Howard Hughes, Amelia Earhart o Charles Lindbergh) y dos magníficas piscinas, una cubierta y otra exterior.
Pero, sin duda, la gran excentricidad de Hearst fue la construcción de un enorme zoo privado, el más grande del mundo. El magnate consideró muy pintoresco y divertido tener animales campando libremente por su rancho.
Al principio solo compraba especies que pudieran vivir en libertad y alimentarse de los pastos de sus terrenos, como alces, ciervos blancos o bisontes. Pero al poco tiempo empezó a comprar animales más exóticos. Contrató al conservador del zoo de San Diego y llenó la finca de cebras, jirafas, pumas, leones, osos, leopardos… Según los inventarios, llegó a tener más de trescientos animales.
Con los años, el imperio Hearst empezó a derrumbarse. El magnate, sabedor de los enormes gastos de mantenimiento de San Simeon, intentó donarlo en vida. Se lo ofreció a la Universidad de California, pero esta lo rechazó.
Finalmente, fue cedido al estado de California, que lo puso bajo la administración del Sistema de Parques. En 1958 se abrió al público como museo. Recibe cerca de un millón de visitantes al año. Algunos de ellos, en los días más cálidos, han visto cebras pastando por los alrededores.
La visita es muy recomendable. En temporada alta, debes sacar entradas con tiempo.
Como Carmel, Monterrey o la carretera de las 17 millas, el castillo de Hearst es una parada obligada en el recorrido del Big Sur californiano.
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