The Big Bend: cómo será el edificio más alto del mundo en Nueva York

A pesar de las controversias, The Big Bend plantea una interesante discusión sobre cómo la arquitectura puede adaptarse a las restricciones urbanas sin renunciar a la innovación.

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La carrera por construir el edificio más alto del mundo ha llevado a arquitectos e ingenieros a desafiar límites, pero también a buscar soluciones creativas frente a las estrictas regulaciones de planificación.

En este contexto, el estudio de arquitectura estadounidense Oiio ha presentado una propuesta revolucionaria: The Big Bend, un rascacielos en forma de U invertida que promete alcanzar una longitud de 1.200 metros, superando en 300 metros al icónico Burj Khalifa de Dubái.

The Big Bend se aleja del diseño tradicional de rascacielos al arquearse hacia el horizonte y regresar al suelo, evitando así las restricciones de altura que rigen en Manhattan. Este diseño único aprovecha el espacio aéreo sin necesidad de adquirir costosos "derechos aéreos", una práctica común entre los desarrolladores neoyorquinos.

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Según los arquitectos de Oiio, este enfoque permite reducir los costos de construcción al optimizar el uso del terreno, lo que podría revolucionar la manera en que se diseñan los rascacielos en espacios urbanos densos.

Uno de los aspectos más innovadores del proyecto es el diseño de sus ascensores. En lugar de limitarse a trayectorias verticales, estos ascensores estarían diseñados para moverse tanto en curvas como en líneas horizontales, adaptándose a la forma del edificio. Esto representa un desafío tecnológico sin precedentes que podría marcar un hito en la ingeniería arquitectónica.

Como sucede con cualquier proyecto de esta magnitud, The Big Bend ha generado tanto admiración como críticas. Mientras su diseñador, Ioannis Oikonomou, lo describe como "una solución arquitectónica que responde a las limitaciones de Manhattan", otros lo ven como un reflejo de los problemas socioeconómicos de la ciudad.

El arquitecto Steven Holl ha señalado que rascacielos como este son "símbolos de desigualdad", mientras que Liz Diller critica el proyecto por representar el "consumo por dólar" de Nueva York. Además, los residentes de la zona expresan su preocupación por el posible impacto visual y ambiental que podría tener en Central Park, un espacio emblemático de la ciudad.

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