Es un rincón lleno de historia que ningún turista que pase por Hawaii debiera perderse. Próximo al aeropuerto de Honolulu, se encuentra la Base Aeronaval de Pearl Harbor (“Puerto de Perlas” o, en hawaiano, “Pu’uloa”), un puerto natural en el interior de una laguna costera de la isla de Oahu. Es un "paseo" obligado si visitás esta famosa isla del Pacífico, ya que alberga uno de los capítulos más importantes de la Segunda Guerra Mundial.
Descubrirme allí, pisando el escenario que tantas veces había visto en películas y leído en libros y en Internet, todavía me conmueve. Es un placer compartirlo con los lectores para recomendar esta parada si visitan Hawaii y tienen el privilegio, como tuve yo, de ser testigos directos de las huellas que la historia imprimió en ese lugar.
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Pearl Harbor: el ataque menos pensado
La Segunda Guerra Mundial había estallado en 1939 y, si bien Estados Unidos se mantenía neutral, preventivamente trasladó su flota del Pacífico desde San Diego a esta base estratégica para defender, llegado el caso, su costa oeste. El Estado Mayor Naval estimaba que, de comenzar las hostilidades, Japón lo haría en Filipinas y no en Hawaii, por lo que las hipótesis de defensa apuntaban a las bases próximas a ese destino.
La estrategia japonesa de lanzar un ataque preventivo por sorpresa ya había sido implementado en la guerra contra los rusos en 1904 y tomaron como ejemplo el intensivo ataque aéreo que los británicos efectuaron sobre la flota italiana en Tarento en 1940.
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A las 7.48 horas del domingo 7 de diciembre de 1941 los jugadores de golf que aprovechaban la hermosa mañana soleada para definir los tantos en el green de la base aeronaval, sorpresivamente vieron aparecer desde las montañas, en vuelo rasante, escuadrillas de aviones que en un primer momento no identificaron hasta que distinguieron el círculo rojo bajo las alas que indicaba su pertenencia a la Armada Imperial de Japón.
De pronto, los pilotos comenzaron a dejar caer los torpedos modificados para servir en bajas profundidades y las bombas sobre sus blancos, según lo habían ensayado cientos de veces en la bahía de Kinko, por su parecido con Pearl Harbor, aunque ignoraban cuál sería el escenario del combate hasta el día que ya embarcados partieron hacia Hawái.
Los encargados de traer desde el cielo un mensaje de muerte y desolación, transformando la tranquila base naval y la hermosa ciudad de Honolulu en un paisaje apocalíptico fueron los 353 cazas de combate, bombarderos y torpederos que, en dos oleadas, se ocuparon meticulosamente de seguir las órdenes del almirantazgo nipón embarcado a 370 Km en seis portaaviones con su flota de apoyo y cinco minisubmarinos que parcialmente lograron infiltrarse en la bahía con distinta suerte.
Un dato interesante es que un submarino japonés fue detectado por un barco en el mar y al dar la alarma, ésta no se tomó como posible y, desde un radar todavía sin operar regularmente en la isla de Oahu, se visualizaron gran cantidad de ecos aéreos que, al ser reportados, fueron desestimados porque se esperaba la llegada de aviones de refuerzo provenientes del portaaviones Enterprise.
El prestigioso Almirante Isoroku Yamamoto, comandante de la flota combinada japonesa, ex alumno de Harvard, conocía muy bien la potencialidad del poderío bélico de los americanos y desaconsejaba desafiarlos y tenerlos de enemigos en el Pacífico. Pero el Estado Mayor de las fuerzas japonesas convencieron al Emperador Hiroito del momento especial que se vivía en Europa tratando de evitar ser invadidos por los alemanes, estimando que EEUU, de entrar en guerra, lo haría para apoyar a sus aliados en el viejo continente, dejando a Japón lograr su pretensión expansionista por el sudeste asiático y acceder a sus riquezas naturales como petróleo y caucho.
El plan debía concluír en un plazo de 20 semanas y, de tener éxito, no quedaría ninguna fuerza aérea, naval o terrestre de EEUU o Gran Bretaña capaz de impedir el dominio japonés sobre el sudeste de Asia y el Pacífico occidental
Los arquitectos del plan de ataque japonés aconsejaron al Vicealmirante Nagumo, comandante en jefe de la flota atacante, en lanzar una tercera oleada aérea para destruir objetivos no alcanzados como los depósitos de combustible y torpedos, la base de submarinos, la central eléctrica, el astillero y los talleres de mantenimiento, pero éste consideró que el daño era suficiente y temía perder aviones que se necesitarían posteriormente para los próximos objetivos, este error le costó a Japón grandes pérdidas en vidas y medios.
El saldo de una jornada trágica
El tenebroso balance de esta trágica jornada dominical arrojó estos resultados: murieron 2403 norteamericanos y otros 1178 fueron heridos, de 8 acorazados fueron hundidos 4, dañados 3 y 1 encallado, siendo los objetivos elegidos al no encontrarse ningún portaaviones en puerto.
Sufrieron la devastación también cruceros, destructores y otras naves, 188 aviones fueron destruidos en las pistas, ya que solo pudieron levantar vuelo 8
El crucero liviano USS Phoenix pudo emerger del negro humo del petróleo incendiado y la lluvia de bombas, saliendo ileso del infierno por lo que hizo honor al significado de su mitología; 41 años después, fue hundido por un submarino nuclear británico en la guerra de Malvinas, ya su nombre en la Armada Argentina era ARA General Belgrano.
Qué ver en Pearl Harbor
A más de 70 años de distancia de estos hechos que documenta la historia sangrienta del siglo XX, al encontrarse en la hermosa isla hawaiana de Oahu, es imperdible la visita al sitio histórico de Pearl Harbor. Allí se encuentran el museo naval y el aeronáutico con buques y aviones que tuvieron protagonismo en la contienda mundial.
Amarrado con su imponente mole de acero veremos al último acorazado de la flota americana, el Missouri, que fue botado en 1944, participó de muchas batallas de la 2ª Guerra Mundial, Corea, y en la guerra del Golfo Pérsico, actualizado con lanza misiles. Esta nave fue elegida para que en su cubierta fuera firmada en la bahía de Tokio la rendición incondicional de Japón el 15 de agosto de 1945 tras un corto discurso del General McArthur.
Frente a un monumento al marinero americano se encuentra el submarino USS Bowfin llamado el “vengador” porque fue botado el 7 de diciembre de 1942, al año exacto del aniversario del ataque y de actuación destacada contra blancos japoneses en el Pacífico. Una sala en su interior está dedicada a los camikazes (“viento divino” en japonés), unidad especial de ataque cuyos pilotos dirigían su avión cargado de explosivos estrellándolo contra objetivos valiosos como portaaviones o acorazados.
Bajo sus retratos, se encontraban las cartas manuscritas de despedida a sus familiares, recomendación que recibían los designados a tener el honor de morir por su Emperador y su patria, (al lado se encontraba su traducción al inglés)
Antes de comenzar la recorrida en la base, en un microcine se proyecta un documental sobre el ataque. La gente sigue las imágenes con atención y congoja. En todos los carteles s e recomiendan guardar el debido respeto porque el Arizona es un cementerio militar. El ancla del buque, que pesa 10 toneladas, fue encontrada a 300 metros enterrada en la arena y, ahora, con su cadena está en una plazoleta conmemorativa.
Es emocionante estar en la bahía donde se desarrolló la batalla aeronaval más importante de la historia, se toma dimensión de las zonas de amarre de los buques y de la distancia de recorrido de los torpedos hasta alcanzar los objetivos. Se puede ver la torre de vuelo que no fue destruída y aún se conserva, y rápidamente uno puede imaginar el enjambre de cazas, bombarderos en picada y kamikazes cruzándose, tratando de aprovechar la sorpresa y de esquivar la lluvia de artillería naval y terrestre que intentaban parar esa tempestuosa locura.
Embarcados en una lancha de la Navy, nos llevaron hasta el Memorial del acorazado USS Arizona, que explotó cuando una bomba perforó el blindaje y alcanzó la santabárbara (depósito de municiones), lo que generó su rápido hundimiento, allí mismo, con la mayoría de su tripulación.
Se construyó un artístico monumento rectangular perpendicular a sus restos, que están a 2.50 m de la superficie; sobresale la base de una torreta de la artillería principal y con bajamar se ven los restos oxidados y con destellos brillantes de los moluscos que lo adoptaron por morada, dos bollas blancas marcan los puntos máximos de proa y popa.
En el compartimiento más alejado de la entrada se encuentra una pared de mármol de Carrara con los nombres de los 1177 hombres de la tripulación que murieron, muchos de los cuales yacen aún dentro de la nave y en dos pequeños muros, están los restos de los sobrevivientes que a través de los años, eligieron ser depositados junto a sus compañeros.
Evidentemente existen varios días que fueron claves en el desarrollo y el final de la 2ª contienda mundial. Sin dudas, el 7 de diciembre de 1941 fue uno de ellos; comenzó como un día más y, al anochecer, en una isla del archipiélago mas aislado del mundo, Oahu, se produjo una masacre en vidas y medios fríamente planificada por mentes sedientas de poder y dominio. Debido a esta causa, Estados Unidos declaró la Guerra al Imperio de Japón al día siguiente, perdiendo su neutralidad en la contienda. Que la historia sirva para ninguno de estos horrores se repita.
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