No se trata de un problema de Dilma, de este gobierno o de algunos funcionarios. Lo que está en juicio aquí es el propio sistema de gobierno de Brasil. Todo el aparato del Estado está basado en un sistema de corrupción. Y lo curioso, por decirlo de alguna manera, es que a Dilma no se la está juzgando por esa corrupción sino por un delito de “pedalao”, el maquillaje o dibujo de las cuentas estatales.
El proceso de impeachment se realiza en el marco de la llamada Operación Lava-Jato, la gigantesca investigación de corrupción en la petrolera estatal Petrobras. En esta empresa la trama de corrupción es muy extendida y antigua. Hay pruebas de su existencia ya en la época de la dictadura militar en 1964. La investigación ya encontró que están implicados los principales partidos de Brasil, no solo al Partido dos Trabalhadores (PT) de Dilma Rousseff y del ex presidente Lula Da Silva.
En los últimos meses se fueron destapando nombres tanto de empresas como de políticos y los principales actores dentro de la crisis del impeachment están implicados. Es el caso del presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, que impulsó el proceso y acaba de ser alejado de su cargo por acusaciones de corrupción. También, es el caso del vicepresidente Michel Temer, que asume el cargo de Presidente en los 180 días que puede durar el juicio o, incluso, si Rousseff es hallada culpable se quedaría hasta un llamado a nuevas elecciones.
El 60% de los senadores y el 53% de los diputados que votaron la destitución de Dilma están comprometidos en ésta y muchas otras causas de corrupción. Un buen ejemplo de lo que sucede en todo este drama político es lo ocurrido el 16 de abril en la Cámara de Diputados cuando se votaba el impeachment. Una diputada que votó contra Dilma y "en contra de la corrupción", mientras alababa a su marido como ejemplo de alcalde con gestión modelo, tuvo que tragarse sus palabras. Apenas unas horas más tarde, el marido fue detenido acusado de fraudes en licitaciones públicas.
Ahora asume Temer, que va a imponer un plan de ajuste y que gobernará, con, entre otros apoyos, la "bancada BBB", por "Buey, Bala y Biblia", la facción más conservadora de la Cámara y que agrupa los intereses de los ganaderos, la industria armamentística y los evangélicos.
El Senado tiene hasta 180 días para dar su veredicto sobre Dilma y, a menos que ocurra algo inesperado, es muy improbable que vuelva a asumir su cargo. Habrá nuevas elecciones y es probable que se vuelva a presentar el ex presidente Lula da Silva e intente regresar con el PT al poder. Lo que queda pendiente es la reforma al sistema político y de eso, por ahora, en Brasil no se habla.
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