Chile: la variedad de climas y la morfología de su territorio le han dado un carácter único al país. Un 50% de la flora y un 20% de la fauna no existen en ninguna otra parte del mundo. Con 33 Parques Nacionales, 49 Reservas y 16 Monumentos Nacionales a lo largo del país, hay mucho que descubrir.
Recorrer los salares del Desierto de Atacama; adentrarse en los campos de hielo de la Patagonia; descubrir las leyendas sobre los Moais, gigantescas estatuas de piedra de la Isla de Pascua; navegar por los hermosos fiordos; observar el cerro de San Cristóbal; visitar el área silvestre protegida del Parque Nacional Torres del Paine o fotografiar El Tatio, un campo de géiseres ubicado en los montes andinos, son algunas de las maravillas que ofrece Chile.
Aventureros, viajeros y soñadores, cada vez son más los turistas que viajan a Chile para conocer su patrimonio natural y cultural.
Después de maravillarte con tanta naturaleza, porqué no hacer un paseo de compras en un país apodado "la segunda Miami". Recorrer shoppings para conseguir una prenda barata o electrónica de todo tipo, es otro de los atractivos de este país del fin del mundo, debido al tipo de cambio favorable para muchas monedas.
Comer pescados exquisitos y deslumbrarse con los murales de la encantadora Valparaíso, o acercarse al poeta Pablo Neruda en alguna de sus tres casas museo.
La ciudad de Santiago ofrece también fantásticas alternativas. Hay un edificio en el barrio Lastarria que es histórico por varios motivos. Lo inauguraron en 1928 y es una de las tantas obras de Luciano Kulczewski, un arquitecto al que consideran el Gaudí chileno.
La construcción de siete pisos fue en su momento la más alta de la capital chilena y pionera en ofrecer caldera de vapor. Pero lo más encantador es el ascensor: fabricado en Suiza, tiene las puertas de reja y fue el primero que funcionó en Santiago.
Este edificio estuvo abandonado por muchos años, hasta que fue reciclado. Desde hace un año se reinauguró como Luciano K, un precioso hotel boutique que exhibe los pisos originales con baldosas coloridas. Y el ascensor, desde luego, que funciona con todas sus piezas originales.
A cuarenta kilómetros del barrio Lastarria está el Cajón del Maipo. Se trata de un cañón por donde corre el río Maipo, encajonado entre cerros.
En Santiago lo definen como un “lugar de escape”. Está a una hora de la ciudad y parece de otro mundo. Hay bosques, sierras, agua, termas y todo lo que el visitante más exigente le podría reclamar a la naturaleza. Es un lugar ideal para hacer ecoturismo, o practicar trekking, cabalgatas o ciclismo de montaña.
La actividad que ofrece mayor adrenalina es el rafting. La experiencia consiste en un descenso de doce kilómetros por el río Maipo en un bote inflable impulsado por la corriente y conducido por los remos diestros del guía.
Durante una hora todo se traduce en saltos, vértigo, tropiezos con las rocas y agua, mucha agua. Tanta agua que no alcanza ni la vestimenta que entregan donde arranca la travesía
Los aventureros finalizan la aventura sonrientes y mojados. Un baño tibio después del rafting renueva el espíritu.
Como Santiago está encerrada entre montañas, es imposible que se expanda de manera horizontal.
La única alternativa de crecimiento es para arriba. En el barrio Providencia asoma el edificio Costanera Center, una torre de 62 pisos que se detecta desde cualquier rincón de la ciudad. Los seis primeros niveles son un paseo de compras, mientras los dos últimos, a trescientos metros de altura, son el mirador más alto de América Latina.
Valparaíso
Ciento diez kilómetros separan Santiago de Chile de Valparaíso. Vale la pena invertir una hora y media para hacer el viaje.
Valparaíso deslumbra. Es una ciudad portuaria con una gran feria callejera, sitios para comer pescado mientras un dúo de músicos canta boleros, y un centro donde se concentra la actividad comercial. Pero, sobre todo, Valparaíso es esa imagen de casitas coloridas que cuelgan de los cerros. Se dispersan de manera anárquica, rodeadas por esas calles que no respetan la horizontalidad ni la simetría.
No hay construcciones ostentosas ni casas desvencijadas. Todo se uniforma en la sencillez y en la explosión de colores
La ciudad funciona como un museo a cielo abierto. En los frentes de las casas de Valparaíso hay cientos de murales pintados, de todos los gustos y estilos: abstractos, realistas, contestatarios. Recorrer esas callejuelas irregulares y coloridas provoca un estímulo en todos los sentidos.
La última escala antes de despedirse de Valparaíso es La Sebastiana, la casa donde vivió Pablo Neruda. Funciona como museo, y está conservada como cuando era la vivienda de fin de semana del poeta, para algunos su preferida, más que la de Santiago y la de Isla Negra, la más visitada.