Hay algunos lugares a los que los viajeros siempre se prometen volver. Son esos destinos que todos los que han tenido la suerte de visitar coinciden en ésto. Edimburgo es sin duda, uno de ellos. Y cuando se habla de esta maravillosa ciudad lo primero que surge nombrar es el Castillo de Edimburgo.
Castillo de Edimburgo
La fortaleza erigida desde hace más de ocho siglos en la gran roca volcánica ubicada en el centro de la ciudad, sigue dominando el panorama de la bella ciudad escocesa como símbolo y esencia de su historia.
El Castillo tiene múltiples atractivos, por su ubicación geográfica, por su riqueza histórica, por el modo en que la misma ha sido preservada y por la perfecta organización que la mantiene y exhibe al público en todo su esplendor
Sin embargo no se trata sólo de cada uno de esos atributos ya desarrollados en notas anteriores de Por el Mundo.
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Lo que compartimos son las sensaciones y emociones que se experimentan cuando, como en nuestro caso, se tiene el privilegio de disfrutar nuevamente de lugares icónicos y maravillosos, de verlos desde otros ángulos y darnos tiempo para transcurrir en ellos.
One O´Clock Gun
Un buen ejemplo es la ceremonia del One O´Clock Gun. Todos los días, a la 1 en punto de la tarde (salvo los domingos, el día de Viernes Santo y el de Navidad), el maestro artillero dispara un cañonazo desde un lugar determinado del Castillo.
Cientos de personas aguardan cada día la curiosa ceremonia que se practica invariablemente desde 1861 y tiene una causa de origen muy sencilla: señalar con justeza la hora y permitir que los capitanes de los barcos tuvieran sincronizados sus relojes, algo imprescindible para la navegación.
La lluvia y la bruma, tan habituales en el clima escocés, hacían necesario una forma de comunicación que todos pudieran recibir: el cañón sigue repitiéndola aún en nuestros tiempos de tecnologías tan avanzadas.
Recorriendo el Castillo
Los museos, las joyas de la corona de Escocia, la Piedra del Destino donde se coronaban los reyes, el Gran Salón y su increíble techo, las lúgubres prisiones de guerra, la antigua Capilla de Santa Margarita, son parte de las muy variadas atracciones del Castillo, tanto como las magníficas vistas de la ciudad que se ofrecen a cada paso.
Laird’s Lugs
El rey Jacobo IV quería conocer todo lo que pasaba dentro del castillo y para eso existían las Laird’s Lugs (Lord’s ears u orejas del rey), una pequeña apertura en la pared de piedra que comunicaba con el Gran Salón del Castillo.
Esto le permitía escuchar, sin ser visto, las conversaciones que había en ese lugar durante las reuniones importantes.
Cementerio de las mascotas
Es un sitio muy curioso que se encuentra en una pequeña terraza repleta de tumbas que se puede observar desde arriba.
Se creó en 1840 para que los soldados pudieran enterrar a sus mascotas en las épocas en las que el Castillo estaba aislado del exterior.
Capilla de St Margaret: el edificio más antiguo de Edimburgo
La capilla de Santa Margarita se construyó alrededor de 1130. Con los años la estructura sufrió daños y en el siglo XIX se restauró. A las partes originales de estilo románico, como el arco, se le sumaron otros detalles modernos, como las cristaleras.
los Honores de Escocia
La corona, el cetro y la espada del estado son las joyas que se utilizaban para coronar a los reyes escoceses.
Junto a ellas se expone la Piedra del destino o Piedra de Scone, considerada una reliquia de gran simbolismo.
Durante siglos, la piedra presenció la coronación de los monarcas de Escocia, hasta 1296, cuando el rey inglés Edward I la incorporó a su trono, iniciando así una afrenta política entre ingleses y escoceses.
En la Navidad de 1950, cuatro estudiantes escoceses robaron la piedra de la Abadía de Westminster para devolverla a Escocia, pero mientras la trasladaban, la piedra cayó y se partió en dos. La iglesia escocesa la retornó a Westminster.
Los escoceses tuvieron que esperar hasta 1996 para que el gobierno inglés devolviera la Piedra de Scone a su tierra y la misma se puede ver en el Castillo
Witches’ Well o pozo de las brujas
En donde hoy está la explanada del Castillo se quemó a más de 200 personas por brujería, en especial mujeres.
En recuerdo a las víctimas, en un rincón de la explanada se instaló el pozo de las brujas, una pequeña fuente cuyas figuras grabadas simbolizan la dualidad entre el bien y el mal.
Tienda del Castillo
Al cabo de la visita vale la pena detenerse un rato en la tienda, tentarse con el célebre whisky escocés, los excelentes licores y una amplia variedad de productos locales.
Royal Mile
El recorrido por la Milla Real (Royal Mile), que comunica el Castillo con el bello Palacio de Holyrood, es otro de esos trayectos que uno agradece volver a hacer.
Castle Hill se convierte sucesivamente en Lawnmarket, High Street y termina siendo Cannongate, la calle que concluye en el Parlamento escocés ubicado frente al Palacio.
La Catedral de St Giles, la edificación histórica muy bien preservada, la suave llovizna y la bruma que nunca dejan de aparecer en algún momento, conforman un escenario de encanto en el cual todos nos sentimos fotógrafos profesionales a la caza de imágenes para recordar.
Callejones de la Royal Mile
Los innumerables callejones (close) que se despliegan como un laberinto a izquierda y derecha merecen párrafo aparte. Por solo nombrar algunos, el Advocate´s close (callejón de los abogados) y el Montheit´s close dan acceso a sendos restaurantes muy conocidos (Devil´s Advocate y Montheits).
Y tras el estrecho Gladstone Court aparece de pronto un curioso mercado, el Old Tolbooth Market, que ofrece artesanías, flores y comida.
Calton Hill
Al caer la tarde nada mejor que subir a Calton Hill, una de las hermosas colinas de Edimburgo. Desde allí se logran increíbles vistas del Castillo, el centro de la ciudad, de la mayoría de sus barrios y del fiordo de Forth donde también atracan los cruceros.
En la colina están el Monumento Nacional y la torre de Nelson a la que se puede subir para adquirir una dimensión aún mayor de un paisaje impresionante.
Bajando de Calton Hill se recorre la siempre viva Princess Street y las calles del centro, con la presencia siempre dominante del Castillo. Aunque ya las piernas reclamen descansar, es casi inevitable seguir buscando ángulos para las fotos desde los grandes jardines de Princess Street que descansan al pie de la gigantesca roca.
Intentamos así resumir algo de lo mucho que Edimburgo ofrece al viajero.
Podemos afirmar con certeza que nadie se arrepentirá de conocerlo y que cuando llega, porque siempre llega, el momento de irse, comienza a afirmarse el deseo de volver a sumergirse en ella.
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