No es ningún secreto que muchos de los turistas que llegan a Amsterdam esperan probar la marihuana y adentrarse en el barrio rojo, donde las prostitutas se exhiben en escaparates. Lo que la ciudad toleraba décadas atrás en aras del liberalismo es ahora difícilmente aceptable para sus habitantes.
Amsterdam no desea más ser conocida en el mundo por exhibir seres humanos en una vitrina
La ciudad de Amsterdam ha abordado la compleja tarea de remodelación de su barrio rojo y la última de las medidas adoptadas es la prohibición de permanecer ante los escaparates de prostitución.
Cuando los turistas se detengan para escuchar las explicaciones del guía, deberán al menos situarse de espaldas a las ventanas que dan su nombre al popular al barrio.
En esa dirección, se decidió prohibir a las empresas de guías que sus clientes permanezcan frente a las vidrieras de las mujeres. De ahora en más, según la nueva disposición, deberán situarse de espaldas a la ventana, sin mirarlas de forma continua y mostrando una actitud respetuosa.
Tampoco permitirán gritar ni dirigirse a ellas de forma vulgar. Anteriormente, ya se había prohibido sacar fotos
Las normas se aplicarán a los grupos a pie y en bicicleta, en los que participen más de cinco personas. Además se prohibirán las visitas de más de 20 personas.
El objetivo es transformar el Red Light District en un lugar más familiar y atractivo para los inversores.
Solo el año pasado fueron cerradas más de cien vitrinas de prostitución para dejar paso a restaurantes de diseño y tiendas de las marcas más exclusivas, gracias a una nueva normativa que ha obligado a los dueños de los burdeles a renunciar a las licencias que les permitían usar el espacio comercial en el barrio rojo que el ayuntamiento ha ofrecido después a diferentes negocios de lujo o cafeterías hípster.
Objetivo: cambio en el tipo de turistas
El objetivo es conseguir un cambio en el tipo de turistas: de hombres buscando sexo a familias y gente elegante.
Uno de los callejones más emblemáticos del barrio Rojo, a pocos metros de la Oude Kerk, tradicional punto de encuentro entre los clientes y las prostitutas, alberga ahora un local de videojuegos y un café de diseño.
Junto a los canales en Oudezijds Achterburgwal, donde las prostitutas invitaban a los transeúntes desde el primer y segundo piso de las casas en pleno día, domina ahora la escena un museo sobre la prostitución.
El burdel de Europa
Además de cobrar impuestos, hay una intención estatal de controlar las actividades relacionadas con la prostitución. Por eso, la policía tiene acceso a las vitrinas y en cualquier momento las mujeres la pueden llamar si necesitan ayuda.
Estos cambios legales no garantizan la erradicación del tráfico de personas ni la trata de blancas, porque una cosa es lo que se ve en los escaparates y otra lo que sucede en el interior de los burdeles, de forma que el ayuntamiento de Amsterdam ha decidido incluso implicarse en la gestión.
My Red Light
El año pasado el Ayuntamiento instaló en el distrito de Wallen un nuevo prostíbulo que cuenta con 14 ventanas a lo largo de cuatro edificios. Unas 40 mujeres trabajan alrededor de las instalaciones que están dirigidas por una fundación llamada My Red Light, en la que las prostitutas participan activamente sin intermediarios de por medio.
"Suck and fuck"
Mariska Majoor, fundadora de la Unión Holandesa de Trabajadoras Sexuales, explica en referencia a una popular producto del barrio rojo, una especie de «sex to go» por 50 euros que consiste en un servicio de 15 minutos, incluido el tiempo de aseo.
«No les importa el turista de alto standing, la luz roja nunca se apagará del todo», explica, «lo que quieren es que Amsterdam no sea conocida en el mundo como el burdel de Europa».
Fuente: ABC.es