En estos tiempos de conexiones inmediatas, el relato del horror en primera persona nos llega casi sin dilación y lejos de acostumbrarnos a convivir con el miedo, cada suceso nacido del odio terrorista sigue conmoviéndonos. En medio del atentado de Nueva York, una mujer argentina estaba paseando con su pequeño hijo y vivió la situación con estupor, angustia, incertidumbre y sin dudas, terror.
Natalia Gil es una joven argentina que nació en la ciudad de Pergamino y hoy vive en Colonia, Alemania. Había decidido pasar un tiempo de vacaciones con Franz, su hijo de 12 años, en Nueva York, y hacía apenas unos pocos días que habían llegado cuando les tocó convivir con el espanto del terrorismo, a apenas escasos metros donde 5 compatriotas suyos perdieron la vida.
Natalia, en una conversación exclusiva con BuenaVibra, fue relatando cómo le toco vivir esos momentos.
“Con Franzi habíamos decidido, como el tiempo estaba tan lindo, ir al One World Observatory, que es el piso 100 y 102 del nuevo edificio del World Trade Center. Fuimos para ahí y había una cola enorme. Escuché que había varios argentinos, si bien no hablé con ellos oía sus voces. También había varios alemanes. Ahora que sé lo que pasó todo el tiempo me acuerdo de las caras que vi, quizás estaban ahí al lado mío”, cuenta Natalia con voz pausada y serena, minutos después de haber llegado a salvo al departamento donde se aloja con su hijo.
“Estuvimos ahí arriba como una hora y media, hasta las tres menos cuarto. Nos dio hambre y ya estábamos medio cansados. Había visto un local de comidas rápidas cerca y decidimos ir a almorzar cerca del Battery Park, para después poder bajar cerca del río y de la Estatua de la Libertad, y nos dirigimos hacia allí”, cuenta.
“Nos fuimos a comer caminando, pasamos por el lugar exacto del atentado, que está a 4 cuadras de donde nos sentamos a descansar y almorzar. Estábamos comiendo cuando empezamos a escuchar muchas sirenas y ruidos fuertes, muy fuertes. Y si bien en Nueva York uno escucha siempre sirenas y alarmas, como en Alemania estamos acostumbrados a que ante cualquier cosa que pasa aparecen muchas autobombas y autos de policía, al principio no nos pareció extraño”, continúa Natalia.
Claro que, poco a poco, la preocupación de ella y de los que estaban a su alrededor fue aumentando. “Después de un momento, cuando el ruido no cesaba, empezamos a inquietarnos. Aparecieron muchas ambulancias, muchos policías y ahí asumimos que evidentemente la cosa era un poco más seria. Pero viste que uno cree que nunca le va a pasar nada y pensé que debía ser algo habitual acá, habrá habido un accidente de autos”.
“El tema es que apenas después empezaron a aparecer camionetas negras, sin identificación de nada pero con sirenas y a toda velocidad. Ahora me enteré que son del FBI, pero en ese momento no entendíamos qué estaba pasando. Ahí salí a ver si alguien sabía algo y ahí ya el tumulto era grande, pasaba gente corriendo y nos fuimos asustando cada vez más. Ahí cortaron la calle con una cinta. Había gente por todos lados y las ambulancias comenzaron a entrar y salir a toda velocidad, lo que nos hizo pensar que llevaban gente herida. Y una de las personas que pudo salir de esa línea dijo ´un tipo tiraba y mató a dos personas”.
La sorpresa seguía siendo la sensación preponderante entre quienes estaban congregados en el lugar: “Igualmente me pareció raro tanto despliegue –cuenta Natalia- Y de repente cortaron la calle definitivamente y se pusieron delante de la cinta un grupo de policías con cascos y armas automáticas. En ese momento no funcionaba el wifi en ningún lado, estábamos incomunicados y, aunque no me animaba a sacar a mi hijo (que quedó adentro del local de comidas), sin saber qué estaba pasando consideré que debíamos alejarnos de ese lugar”.
“De todos modos, como hay una librería cerca, con muchas comodidades, fuimos hasta ahí, con mucho temor, intentando tomar precauciones, aunque sin saber bien qué hacer. Al llegar allí, pudo localizarnos mi ex marido que está en Alemania y él nos contó lo que salía en las noticias en la televisión allá. Ahí nos enteramos lo del atentado".
“Estuvimos ahí un rato más porque como la policía había cerrado hasta el local de comidas donde habíamos estado, entonces ya consideraba que estábamos ahora en un lugar más seguro. Pudimos retomar el camino a nuestro departamento un poco más tarde y al llegar tenía muchos llamados de gente de Argentina y Alemania que nos preguntaba si estábamos bien. Compañeros de trabajo, mis padres y hermanos, amigos”.
“Pasamos por el lugar del atentado 15 minutos antes, tuvimos suerte sin duda”, concluye Natalia, todavía conmocionado, tras vivir el miedo de cerca y sin capacidad de explicar a su pequeño hijo lo que todavía los adultos no terminamos de entender: el odio desmedido que lleva a matar a inocentes.