Manarola se levanta sobre un escarpado promontorio de roca oscura con vistas a un puerto encerrado entre 2 malecones. Las casas pintadas de colores pastel, que parecen mimetizarse con el paisaje, son del tipo de construcción de casas-torre que solían construirse a principios de la Edad Media, para defenderse del ataque de los piratas.
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Lo que sorprende de este lugar encantador es que las barcas se deben izar a pulso desde el puerto hasta una terraza, con ayuda de cuerdas, porque no existe embarcadero alguno.
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A Manarola se puede llegar por tren y también existen enlaces por mar en barcas desde La Spezia, Porto Venere y Portofino. Su orografía desciende hacia el mar con una fuerte pendiente que ha propiciado que la zona quedara aislada hasta la década de los 60.
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Lo que caracteriza Manarola es su vivacidad, sus fantásticos restaurantes y su belleza arquitectónica: tantas casas de colores enclavadas en la piedra, que el poeta Lino Crovara muy bien describe con palabras que tocan nuestros sentidos al encontrarnos allí:
“Una colmena en la roca, un nido de gaviotas alto sobre las olas, un pueblo donde el leve susurro de las olas acaricia las orejas atentas del alma”
Llegando a Manarola en tren, se debe atravesar una pequeña galería que conecta la estación con el pueblo.
Su principal atracción son sus callejuelas coloridas, donde encontrarán numerosos restaurantes, bares y negocios de artesanos y artistas locales, donde venden y muestran hermosísimos objetos tan coloridos y simpáticos como el mismo pueblo.
Sus calles, adaptadas a un promontorio que escala rápidamente varios centenares de metros, culminan en un puertecito abierto al mar que es el más auténtico de la región.
Algo para no perderse es comer una típica “Focaccia” ligure: es un pan suave y esponjoso, realizado con especias y aceite de oliva, que en la focacceria “La Cambusa” ubicada en la Via di Mezzo lo hacen deliciosa. Te comerás más de uno, y el sabor lo recordarás siempre.
Manarola además cuenta con una hermosa piscina natural de piedras, con un color azul que invitará a darte un chapuzón.
Partiendo de un hipotético tiempo de visita a las Cinque Terre en dos días, recomiendo dedicar mediodía a Manarola, aunque al estar allá seguramente deseará prolongar su tiempo de visita para continuar disfrutando de este lugar tan especial.
En la actualidad, el lugar está catalogado como Patrimonio Mundial de la Humanidad, y desde 1998 ha pasado a convertirse en Parque Nacional y Zona Marina Protegidos.