Las expediciones turísticas por la Cordillera son récord en reservas, y cada año se dispara el número de participantes. En cada uno de los días que dura la expedición turística para recrear el Cruce de los Andes, aparece siempre la figura de San Martín y sus hombres. De eso se habla todo el tiempo y aparece la pregunta una y mil veces:
“¿Cómo fue que estos hombres cruzaron Los Andes de la manera en que lo hicieron?”
El historiador Edgardo Mendoza explica que el cruce se hace en la época en que la cordillera está abierta, que sería del 15 de noviembre hasta el 15 de marzo. En enero de 2017 se realizó el cruce del bicentenario.
"Podés tener mal tiempo pero solo por unas horas y es muy probable que tengas las 4 estaciones en un día, es decir un frío de invierno y un calor tórrido unas horas después"
Este cruce de la cordillera se hacía en la época de los incas y había en Cuyo mucha tradición de llevar ganado y comerciar con Chile, por ende había arrieros y baqueanos que conocían estos pasos que son quienes luego fueron los guías del ejército.
Hoy el cruce se repite y no se diferencia mucho del cruce que hizo San Martin, porque la tecnología de avanzada que se usa para cruzar sigue siendo la mula, no podés ir en una 4x4 o en una moto, por lo que tenés que adecuarte a la marcha y las necesidades de la mula
La diferencia con el cruce sanmartiniano es que ahora uno elige esto como paseo, lo que no implica que deje de ser sacrificado, pero quienes realizaron el cruce histórico iban a combatir y no sabían cómo les iba a ir, no sabían que vencerían y la angustia y la ansiedad eran grandes.
Eso se ve reflejado en la correspondencia del cruce de O’Higgins y San Martín, agrega el historiador.
Por esta huella que hoy se recorre cada año, que aparece y desaparece y que atraviesa la Cordillera de los Andes, esta huella que hoy repiten grandes grupos de aventureros, por esta misma huella hace 200 años pasó el ejército de los Andes.
Mientras marchaban hacia Chile por el Paso de Los Patos, en la provincia de San Juan, los casi 4000 hombres y las 10.000 mulas que formaban la columna principal del Ejército bajo el mando del General San Martín, vieron estos mismos paisajes y padecieron estos mismos climas.
En esta parte de la cordillera no hay minería ni turismo intensivo y la geografía casi no se modificó desde entonces: 200 años son muchos en la vida de un país y muy pocos en la vida de la Tierra
La tierra y la mula son las que guían el cruce de los Andes siguiendo los pasos del general José de San Martín. Son 7 días de cabalgata en los que la inmensidad de la cordillera te abraza y el animal se convierte en el noble compañero y testigo silencioso de los sentimientos más profundos que el paisaje despierta.
Al seguir la huella de San Martín se siente que la hazaña de cruzar a Chile por San Juan para liberar el país vecino, fue mucho mayor que lo que cualquier libro de historia pueda relatar
El camino sinuoso por el que el prócer sorprendió a los españoles en la altura, sigue siendo igualmente desafiante después de casi 200 años.
La primera parada se encuentra a 3.600 metros de altura, pero en el segundo día habrá que llegar a los 4.825 metros en el Espinacito. Su ascenso y descenso hacen que sea el tramo más desafiante para llegar al límite con Chile. El más experimentado jinete siente el vértigo en este escenario imponente de caminos estrechos, empinados y con precipicios a ambos lados.
El guía, un baqueano que será tu gran amigo durante la travesía, ayuda en todo momento, y te enseñará a controlar a la mula cuando se pone terca y toma caminos más peligrosos que los marcados.
El historiador Edgardo Mendoza explica lo siguiente:
“La proeza militar de San Martín para liberar Chile, fue ir por el lugar por donde nadie pensaba que se podía ir por la complejidad del terreno. Tuvo que atravesar dos cordones montañosos y llegar antes del límite hasta más de 4 mil metros de altura, algo que en aquel entonces se consideraba imposible”
“Viva la Patria” es el grito que en el quinto día de expedición une a los argentinos y chilenos en un intercambio de banderas. El cansancio no se siente y con la voz quebrada se canta en homenaje al General San Martín:
“Sean eternos los laureles que supimos conseguir: coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir”
Y comienza el camino de regreso que se transita en silencio, acompañados por la enorme emoción de haber cumplido el desafío.