En Mendoza los ríos, valles y montañas conforman irresistibles escenarios naturales para la aventura. A lo largo de la Cordillera de los Andes, la adrenalina se vive durante todo el año en el agua y en la montaña. La oferta de Mendoza para los viajeros aventureros incluye: rafting, canopy, kayak, buceo, escalada, rappel, mountain bike, cabalgatas y paracaidismo. En casi todos los casos, con propuestas de distinto grado de dificultad y exigencia, para los que quieran experimentar fuertes emociones y también para quienes desean disfrutar de un tranquilo vínculo con la naturaleza.
A lo largo de toda la provincia, un total de ocho embalses proponen al viajero emprender la navegación a vela, el windsurf, el esquí acuático y la pesca deportiva.
Para tener una panorámica de todo el territorio mendocino, los vuelos en parapentes o ultralivianos y los viajes en globo sobre viñedos descubren la bella tierra del Malbec y sus picos plateados, con una perspectiva inolvidable.
A 70 km hacia el oeste cordillerano, Potrerillos –un antiguo asentamiento agropecuario- se abre a la aventura. En los ríos de montaña se puede hacer rafting y, con la Cordillera en el horizonte, lanzarse en tirolesa: un circuito que promete adrenalina en un recorrido de 1.500 metros de vuelo por encima del río Mendoza.
En el centro oeste de la provincia, en el fértil Valle de Uco, la travesía en 4x4 a la Laguna del Diamante es un imperdible del verano mendocino. El Valle de Uco es una tierra ideal, además, para desafiar la valentía en expediciones que recrean el cruce de los Andes del Ejército Libertador del Gral. San Martín, practicar rafting a pleno sol en el río Tunuyán y disfrutar de paseos en bicicleta entre añosas arboledas y arroyos naturales. Entre los cauces secos de las huayquerías, místicas tierras de los pueblos originarios, el viajero tendrá contacto con la flora autóctona.
Hacia el sur, San Rafael y Malargüe son definitivamente destinos de aventura. Ubicada sobre el río Diamante, San Rafael es la segunda ciudad en importancia de la provincia después de la capital. Funciona como base para las actividades turísticas del sur. En la ciudad pueden visitarse: el Parque Hipólito Yrigoyen (el pulmón verde), la Casa de Elena y Fausto Burgos (promotores culturales de la zona), la Catedral de San Rafael Arcángel y el Museo de Historia Natural.
Por su parte, el Cañón del Atuel resulta el destino favorito para el verano mendocino. A lo largo de 67 km, partiendo del salto de El Nihuil –en cuyos alrededores de dunas se realizan expediciones en 4x4-, atravesando variadas y extrañas formaciones geológicas, lagos y altísimas paredes de piedra. Es escenario de propuestas para corazones aventureros: rafting, de diferentes tiempos y grados de dificultad, de 6 y hasta 16 km, de 40’ y hasta 2 horas; kayak; buceo, pesca; escalada, rappel; mountain bike y cabalgatas. También se realizan trekkings a sitios con vestigios precolombinos.
El embalse Valle Grande, con sus aguas calmas, es el favorito para la contemplación de la naturaleza. Sobre el caudaloso río Atuel, justo donde dobla la Ruta 40, el pequeño pueblo de El Sosneado invita a disfrutar de la naturaleza cordillerana. En la Laguna Blanca (dentro de campos privados) se avistan aves acuáticas y en las Termas del Sosneado se recuperan energías para seguir el viaje.
A 420 km de Mendoza, Malargüe cuenta con un importante y moderno Centro de Congresos y Convenciones y es el punto de partida de numerosos paseos por las reservas naturales de la provincia.
El Parque del Ayer, cercano al centro de la ciudad, invita a recorrer sus senderos entre galerías de álamos, incluso, por las noches. Los Castillos de Pincheira es la zona apta para el acampe en plena naturaleza. También resultan más que interesantes los recorridos por la Cascada de Chihuido, la Caverna de las Brujas -con sus extrañas atractivas estalactitas y estalagmitas-, la Laguna de Llancanello y la particular Payunia. Cubierta con roca fundida (lava), La Payunia, también llamada Payén (en pehuenche, sitio donde se halla cobre), es la región más peculiar y el área natural más grande de Mendoza. Su importancia radica en la diversidad faunística y en las características geológicas que alberga. Sobre su inmensa, renegrida y desolada superficie posee volcanes apagados y refugia fauna autóctona, como guanacos, ñandúes y zorros grises. Los caminos que la recorren son apenas sendas (Se recomienda visitar esta Reserva Provincial únicamente con guía).
Por su parte, los ríos de Malargüe, con su constante ruido de agua entre las piedras, invitan a pescar truchas. A diferencia de otros sitos del país, Malargüe brinda a quienes disfrutan de la pesca aguas rápidas y de colores variables, unos 500 km de ríos accesibles en cualquier tipo de vehículo. Aquí se pescan truchas arco iris, fontinalis, marrones y percas.
Finalmente, el centro de ski Las Leñas suma, en verano, una imperdible oferta de turismo aventura.
Fuente: Argentina Travel