A pesar de lo mucho que se ha escrito sobre el Titanic, aún quedan piezas del puzzle por descubrir. Una de ellas es la carta que el oficial segundo Charles Lightoller, uno de los pocos sobrevivientes de la tripulación del barco, envió apenas dos semanas después del accidente explicando el destino del doctor John Simpson a un amigo. La misiva va a ser subastada por 15.000 libras y revela cómo fueron los últimos momentos de la tripulación.
“En respuesta a su carta del día 30, siento decirle que el cirujano asistente John E. Simpson se encontraba en el Titanic”, arranca la carta. “Lamento de verdad su pérdida, que es también la mía. Puedo decir que fui el último hombre que habló con el doctor Simpson, cuando caminaba a lo largo de la cubierta con los señores McEllroy, Barker, el doctor O'Loughlin y otros cuatro asistentes”.
El oficial es un testigo privilegiado de los últimos momentos de vida de los altos cargos del barco. En sus propias palabras, conscientes de que les quedaba poco tiempo de vida, “todos estaban totalmente calmados sabiendo que habían cumplido su deber y que todavía lo estaban haciendo mostrando una apariencia calmada y fría a los pasajeros”.
El panorama descrito por la carta de Lightoller da una idea de los últimos momentos antes del cataclismo, más cercanos a la calma chicha que al delirio histérico de lo que uno podría esperar, o de lo que las películas le han mostrado. “Cada uno de ellos vino de manera individual hacia mí y nos dimos la mano”, concluye la misiva del oficial.
“Simplemente intercambiamos las palabras 'adiós, viejo'”, explica en referencia al doctor Simpson, una más entre las 2.227 víctimas del hundimiento del transatlántico. “Esto ocurrió poco antes del fin y no tengo constancia de que nadie más le viese”.
A continuación, y con la frialdad que caracterizaba el resto de la carta, se despide amigablemente de su compañero. La fecha, el 1 de mayo de 1912, menos de un mes después de los luctuosos acontecimientos.
Lightoller es uno de los oficiales que más contribuyeron a ayudar a los pasajeros a montarse en los botes que les permitirían salvar sus vidas, y muy probablemente se dirigía hacia su propia embarcación cuando se encontró a sus amigos. Según los cálculos realizados por los subastadores, el encuentro debe de haberse producido muy poco antes de que el Titanic se hundiese, probablemente cuando la cubierta C ya se había inundado y apenas cuatro metros separaban el agua de estos botes.
El largo camino de una carta
Al parecer, esta misiva había pasado décadas en las manos de coleccionistas del Titanic hasta que finalmente ha visto la luz del día. El texto fue escrito en una hoja con el membrete de White Star Line, la compañía que fletó el Titanic. Al mismo tiempo, pero por separado, se subastará también otro documento: la carta que el propio Simpson escribió antes de zarpar en el Titanic y que sería la última que redactase en vida. Las crueles paradojas del destino hacen que en esa misiva, el oficial pida permiso a los cuerpos de medicina de la Royal Army para ser trasladado de otro barco, el Olympic, al Titanic... donde perdería la vida apenas unos días después.
Sabían perfectamente lo que iba a ocurrir y aun así mostraron una gran valentía
Las dos cartas van a ser subastadas por separado por Henry Aldridge de Devizes. Como recuerda, el valor de esta carta es incalculable (cómo no, tratándose del hombre que la vende), ya que es el oficial más veterano que sobrevivió a la tragedia. El resto, como correspondía a la ley del mar, se hundieron con el Titanic. “Hay una gran emoción cruda que emerge en la carta”, explica. “Es quizá el contenido más importante que he visto en una carta relacionada con el Titanic”. A él también le impacta la descripción fría y tranquila de los pasajeros, que quizá no sospechaban que se seguiría hablando de su suerte más de un siglo después, pero sí de que iban a perder sus vidas.
“Esta claro, por lo que se cuenta, que estos hombres sabían perfectamente lo que iba a ocurrir y aun así mostraron una gran valentía para seguir adelante como si no pasase nada, para ayudar a que los pasajeros a su alrededor se sintiesen bien”, explica Alridge. “Y entonces dijeron adiós de una manera muy desapasionada”.