Machu Picchu, uno de los lugares de mayor importancia histórica de América, es uno de los más visitados por los turistas.
El hogar sagrado de la antigua civilización Inca recibe alrededor de 3.300 turista al día entre peruanos y extranjeros, a los cuales se les atribuye el mal estado en el que se encuentra el lugar.
Actualmente, cientos de bolsas de basura son acumuladas en la entrada del Santuario Histórico de Machu Picchu, puntualmente en el Puente Ruinas, por donde transitan los turistas nacionales y extranjeros. Allí van a parar, diariamente, 14 toneladas de desperdicios generados en Machu Picchu Pueblo.
La UNESCO incluyó a esta joya arqueológica en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1983, pero con el estado de salubridad actual podría pasar a pertenecer a la lista de Patrimonio en peligro.
La UNESCO ha dado un año al gobierno peruano para que arregle esta situación
Por lo tanto el próximo año vence el plazo que la UNESCO le ha dado al gobierno para que subsane este hecho a fin que no sea considerado como patrimonio en riesgo.
La culpa de haber llegado a esta situación se atribuye a las autoridades, a los turistas y a una geografía de difícil acceso.
Por un lado, el gobierno no se ha preocupado de mejorar el sistema de organización y tratamiento de residuos, y tampoco ha creado campañas de concienciación ecológica.
Los turistas que visitan el lugar tienen su parte de culpa por no respetar o carecer de conciencia ecológica.
Y por último, y no menos importante, cabe decir que la geografía del lugar dificulta la ubicación de basuras, que se vacían 3 veces al día.
Machu Picchu tiene una superficie de aproximada de 37.300 hectáreas, incluyendo en su extensión a la ciudadela inca e importantes montañas, sitios arqueológicos, además del Camino Inca. Cabe destacar que el Estado peruano ha asumido la responsabilidad de conservar Machu Picchu, como Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad. Este compromiso con la comunidad internacional, demanda la participación de diferentes instituciones estatales, empresas privadas y la sociedad civil.
Fuente: La Vanguardia