Playas de Pipa: agua cristalina y arena blanca

En el nordeste brasileño, lo que fue una aldea de pescadores ahora es un destino hippie chic, con sofisticada hotelería, noches tecno y las gloriosas de siempre playas de Pipa.

La medianoche, calurosa, se siente bulliciosa en las cuatro cuadras que conforman el centro de esta localidad costera del nordeste de Brasil, a 2900 kilómetros de San Pablo, en el estado de Río Grande del Norte.

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Del tronar de la música electrónica que repercute en las calles adoquinadas, escapan las parejas con hijos pequeños y quedan cientos de jóvenes dispuestos a desandar la noche.

Quizás esa sea la imagen paradigmática de la tipología del turista de Pipa, una localidad que a comienzos de los noventa del siglo pasado era el punto de encuentro de surfistas y que ahora, industria del turismo mediante, convoca a parejas jóvenes con y sin hijos.

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Playas de Pipa

Este Playaspueblo de alrededor de 5000 habitantes se asienta sobre acantilados y dunas, acompañado por el zigzag de playas que enmarcan un mar tibio, la temperatura promedio del agua es de 28ºC.

Pipa está rodeada de playas de arena blanca con un mar increíble y mucha vegetación. Podrás nadar y bañarte durante horas disfrutando de este paraíso.

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En las playas de Pipa se pueden arrendar reposeras y sombrillas. Hay también servicio de almuerzo, además de vendedores que pasan ofreciendo todo tipo de comida, como sándwiches, empanadas, queso a las brasas, castañas de cajú, helados, frutas, etc.

Las playas más famosas de Pipa son:

Praia do Amor (o Playa del Amor), con olas grandes y fuertes.
Praia Dos Golfinhos (Playa de los Delfines) que se visita con marea baja porque se llega caminando desde el centro.
Praia do Madeiro, ideal para nadar porque no tiene olas y su atractivo principal es que hay delfines y se puede nadar con ellos. Es grande, con arena dorada y mucha vegetación. Podrás entretenerte viendo surfistas practicando este deporte.

Qué hacer en Pipa

Para bajar a la playa, salvo la céntrica, hay que hacerlo por escaleras, que pueden llegar a tener más de 130 escalones. Una vez abajo, la naturaleza cobija con todo su cromatismo: el verde intenso de la vegetación, el rojizo tono de la piedra de los acantilados, el verde esmeralda del mar y el blanco amarillento de la arena.