El edificio del Museo del Louvre es uno de los más impresionantes de París y como todos los monumentos que perduran durante siglos, ha sufrido infinidad de destrucciones, reformas y ampliaciones hasta llegar a su estado actual.
Después de las últimas obras de renovación que comenzaron en 2014, los parisinos recuperaron la pirámide del Louvre. Las reformas, que se llevaron a cabo manteniendo siempre abiertas las puertas del museo, costó 53 millones de euros y tuvo como objetivos facilitar los desplazamientos y la orientación, y crear un centro de información que haga más accesible la mayor galería del mundo, que recibe 9,5 millones de visitantes por año.
"La idea es poder dividir la filas de espera en dos. También quisiéramos generalizar la entrada electrónica, que hoy sólo representa entre el 20 y el 25% de las ventas", explica el museo. Ese billete define el horario de visita y garantiza el acceso en menos de media hora. El segundo objetivo fue "devolver al gran hall de entrada su carácter de nobleza", señala la dirección.
La renovación hizo desaparecer el gran escritorio circular de información, expuesto al ruido de miles de personas que circulaban a su alrededor. Fue reemplazado por dos mostradores integrados en pilares equipados de paredes capaces de aislar el sonido. La boletería se instaló en la antigua librería y hay ahora un solo guardarropas ultramoderno.
Para guiar a los visitantes, se instalaron banderolas que representan las obras emblemáticas del museo a la entrada del ala que las cobija. El sistema de señalización fue totalmente repensado y una nueva aplicación móvil de geolocalización puede ser descargada del sitio mismo del Louvre, desde ahora equipado con wi-fi.
Sólo basta con señalar una obra para que aparezca el itinerario que conduce a ella.