Dejando atrás hacia el sur el Foro Romano y el Palatino, se alza el Monte Aventino, una de las siete colinas que bordean la ciudad eterna. Antiguamente era el centro de la Roma plebeya, pero hoy es una de las zonas residenciales más exquisitas de la capital.
La rica historia de este lugar narra por ejemplo que en el año 1494, en uno de los constantes conflictos entre plebeyos y patricios de Roma, los plebeyos tomaron la decisión de retirarse a este monte con el firme propósito de fundar allí una nueva ciudad. Ante esta perspectiva, los plebeyos reconsideraron la situación y cedieron ante ellos.
Hoy en ese lugar algo alejado del mundanal caos de la rutina capitalina se encuentra el parque conocido como el Jardín de los Naranjos, un lugar lleno de paz y serenidad desde el cual se pueden obtener algunas de las mejores vistas de Roma, y un rincón ideal para ver atardecer rodeado de calma.
Entre las murallas que rodean el parque se genera un ambiente sosegado y pacífico perfumado del aroma de las plantas de naranjas que bordean los caminos del parque. En ese lugar algunos romanos descansan en el césped, otros conversan en los bancos y otros se acurrucan en los bancos. Poco a poco, los visitantes del Jardín de los Naranjos van tomando posiciones. Es que se acerca el atardecer y es un privilegio ver caer el sol desde allí, arrastrando su luz sobre las cúpulas y los campanarios de la ciudad.
Entre el aroma de los naranjos y la sosegada paz que emana el parque, es difícil creer que pueda haber mejor atardecer en Roma o en cualquier otro lugar y uno comienza a entender porque esta ciudad es eterna.
Pero este recorrido no termina aquí. A tan solo unos minutos del Jardín de los Naranjos aguarda otro de los secretos mejor guardados de Roma. No muy lejos está la Piazza dei Cavalieri di Malta, en la que se encuentra el edificio del famoso Priorato de Malta, la histórica orden religiosa católica conocida también como la Orden de Malta.
Probablemente allí el viajero atento encuentre una cola de curiosos haciendo guardia en la puerta de este edificio que por ser territorio extranjero no pertenece a Italia. La sorpresa es mayor al descubrir que el edificio está cerrado. Eso solo lo hace aún mejor.
Solo basta acercar el ojo a la cerradura de la puerta para conseguir la mejor vista de la ciudad. Es muy escaso lo que se puede ver del interior del propio edificio pero al fondo, en un encuadre propio de los pintores renacentistas, aparece entre cipreses la cúpula de la Basílica de San Pedro. Parado en Italia, atravesando Malta con la vista, se ve el Vaticano. Tres países por el ojo de una cerradura.
Para visitar estos lugares:
Giardino degli Aranci (Via di Santa Sabina, 00153 Roma)
Orden de Malta (Piazza dei Cavalieri di Malta, 4, 00153 Roma)