Con la trompeta de Satchmo Louis Armstrong apagándose bajo las ruedas del micro que se aleja de Nueva Orleans para sortear los bayous -pantanos y cursos de agua que viborean en el delta del río Mississippi-, el equipo de periodistas de Buena Vibra también inició un viaje por el tiempo: doscientos o trescientos años atrás, en estas mismas tierras salvajes de Luisiana, cuando los terratenientes del algodón y el azúcar domaban el suelo con el trabajo, la sangre y la vida de cientos de miles de esclavos negros.
Sin dudas, del recorrido que este portal realizó por varios Estados del sur estadounidense, la visita por la Whitney Plantation fue uno de los momentos más intensos y movilizantes. Y ningún visitante que pise estos lugares debería dejar pasar esta experiencia única.
Se trata de un Museo ubicado en una plantación de azúcar de 16 hectáreas, a una hora de viaje en autobús desde Nueva Orleans y, como lo anuncia su sitio web, es el único museo en Luisiana centrado exclusivamente en la vida de las personas esclavizadas durante los siglos XVIII y XIX en los establecimientos agrícolas del sur norteamericano.
Desde su fundación en 1752 por Ambroise Haydel, hasta la muerte de Marie Azélie Haydel en 1860, los miembros de la familia Haydel esclavizaron en su plantación a generaciones de africanos y afrodescendientes. Luego de su liberación formal, muchos de ellos continuaron viviendo y trabajando allí, incluso hasta bien entrado el siglo XX.
Luego de un breve paso por el centro de interpretación, con audioguías en todos los idiomas clavadas en la sien, los visitantes pudimos revivir la historia y el día a día de los esclavos en una plantación de caña de azúcar del sur de Luisiana.
Lo que impresiona y moviliza a quien recorre los senderos, las barracas y talleres de la Whitney Plantation, es el relato vivo e intenso de una de las más crueles tragedias humanas, mientras se camina, se miran y se tocan los distintos espacios del predio, que intercala el paso por las pequeñas casillas de madera en que vivían y trabajaban las familias de esclavos, con espacios, monumentos y exposiciones de historia y de arte dedicados a su memoria.
El viaje por el indescriptible horror de la esclavitud, esa tragedia que convirtió en objetos comprados y vendidos como tales a seres humanos, comienza con los nombres robados a cada uno de los esclavos al ser comprados, que eran sustituidos por otros "americanizados", elegidos por sus dueños: millones de personas fueron privadas de su identidad, a punto tal que quienes se apropiaban de ellas decidían hasta cómo debían llamarse.
La introducción a la visita continúa con los datos del crecimiento exponencial del número de esclavos en la región, desde 1719 -cuando llegó el primer grupo de personas secuestradas en el Africa- hasta la abolición de la esclavitud en 1865 con el triunfo de la Unión en la Guerra de Secesión, y los largos años que transcurrieron hasta que esa medida legal se hizo efectiva en el sur profundo.
Durante ese siglo y medio se traficaron seres humanos como mercancía y los dueños hicieron fortunas utilizando su trabajo sin piedad ni límites.
Lo que el recorrido propuesto por la Whitney Plantation transmite no se limita a la visualización del ámbito donde malvivían y trabajaban de sol a sol esos seres privados de los más elementales derechos. Revela las vivencias desde el punto de vista de las víctimas; las hace protagonistas de la historia y les devuelve un lugar en ella, mientras a nosotros nos acerca al dolor y la vergüenza de que semejante modo de explotación humana se haya prolongado por tanto tiempo y en forma sistemática.
El relato que con voz profunda susurra en nuestros oídos nos hace comprender la realidad del día a día de los esclavos con una perspectiva distinta. Por ejemplo, luego de recorrer la mansión de los dueños de la plantación explica por qué, aunque pudiera pensarse lo opuesto, trabajar en la gran casa podía ser aún más duro para los esclavos que deslomarse cada jornada en el campo. Es que la esclava doméstica vivía sometida a los dueños en forma constante, mientras que quienes trabajaban en la explotación agrícola tenían al menos algunas horas libres durante las noches.
El Museo de Whitney Plantation fue posible gracias a la iniciativa de John Cummings, un abogado de Nueva Orleans que durante quince años hizo restaurar la antigua plantación para convertirla en museo, abierto finalmente a fines de 2014. Desde entonces ha recibido 375.000 visitantes de todo el mundo, con el fin de generar conciencia sobre la esclavitud y su triste historia.
Se encuentra en 5099 Louisiana Hwy 18, Edgard, LA 70049 y se lo puede visitar sin reserva previa, de miércoles a lunes; el Visitor Center está abierto de 9.30 a 16.30, y los tours guiados se hacen de 10 a 16. La excursión desde Nueva Orleans cuesta entre 70 y 120 dólares por persona -para tours más personalizados- y quienes lleguen hasta allí por sus medios sólo deberán pagar un ingreso de 25 dólares. Más información en el sitio web www.whitneyplantation.org.
Como dijimos, la Whitney Plantation es el único museo del Estado de Luisiana basado en la vida de los esclavos, lo cual demuestra a qué punto esclarecer los orígenes y modalidades de la esclavitud sigue siendo una gran asignatura pendiente, algo que debería enseñarse en cada escuela y a cada niño.
Confrontarnos con los padecimientos que sólo los seres humanos son capaces de causar a sus semejantes es una verdadera necesidad, para mantenerlos en la memoria y así impedir que se repitan.
Los enviados de Buena Vibra lo recorrimos en silencio, escuchando cada uno de los mensajes de la audioguía en forma conjunta, profundamente conmovidos por el vívido relato que nos acercaba a los padecimientos indecibles de seres indefensos: el despertar de madrugada, el trabajo manual y a destajo en los cañaverales, el peligroso cocido de la melaza durante las noches, bajo la severa mirada de los capataces, esclavos también pero "jerarquizados" por sus dueños para mantener el orden y optimizar el trabajo de sus hermanos cautivos.
Desde su fundación en 1752 por Ambroise Haydel, hasta la muerte de Marie Azélie Haydel en 1860, los miembros de la familia Haydel esclavizaron a generaciones de africanos y afrodescendientes.
Al final del recorrido, con los ojos húmedos de emoción, escuchamos el mensaje de cierre de la visita, donde se transmite al visitante la necesidad de comprometerse a evitar que algo tan horrendo como la esclavitud vuelva a repetirse.
Ya en el viaje de regreso a Nueva Orleans, donde cada uno de nosotros estaba inmerso en sus propias emociones, estas breves líneas intentaron reflejar las mías:
Whitney Plantation El dolor qué sólo un ser humano puede causar a otro ser humano El horror definido en una palabra: esclavitud Los nombres de aquellos a quienes les robaron hasta los nombres El recuerdo -por fin!- de cada uno de ellos El anhelo desesperado de no olvidar jamás ese breve recorrido por un infierno cuyas puertas siempre pueden volver a abrirse
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