Los alcaldes de Darro y Lanjarón, ambos en Granada, España, vetaron la muerte a sus vecinos como protesta por sus abarrotados cementerios. Los pueblos, de 1.500 y 3.870 habitantes, prohibieron a la gente morir hasta que el gobierno encuentre nuevos terrenos donde seguir enterrando a los vecinos que pasaran al otro mundo.
Ocurrió en 2002. Y la orden se dio por escrito, bajo el título "Prohibido morirse". El alcade de Darro llevaba apenas llevaba unos meses con el cargo que aún ostenta cuando tomó la decisión de vetar la muerte en esa localidad. El antiguo cementerio ya no tenía más suelo útil y no había tampoco dinero para obras.
En 1999, Lanjarón, a casi 100 kilómetros de distancia, había tomado la misma medida. Su alcalde publicó el 25 de septiembre una ordenanza que prohibía a sus 3.870 vecinos que "optar" por el "eterno descanso" hasta que el gobierno "realice las gestiones necesarias para la adquisición de los terrenos idóneos para que nuestros difuntos se encuentren en la gloria".
"Aquí no se muere nadie, porque Lanjarón es vida y salud", ordenó el alcalde
Lanjarón es famosa por ser uno de los lugares de mayor longevidad del planeta. Pero la prohibición no logró impedir que a los siete días uno de sus vecinos incumpliera la normativa. El primer infractor, muy a su pesar, fue un amigo del alcalde, de 91 años. Se hizo una excepción y fue enterrado.
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