Como cada 4 de septiembre, desde el año 1949, se celebra el Día del Inmigrante en Argentina, uno de los países que más inmigrantes recibió entre 1880 y 1930.
La fecha fue impuesta por un decreto firmado por el ex presidente Perón, recordando la disposición dictada por el Triunvirato en 1812 que ofrecía: “inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.
"Argentina, tierra de hermanos, pusiste en tu suelo un hogar para cada sueño"
Inmigrantes en la Argentina
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Esta política se vio reafirmada con la redacción de la Constitución de 1853, que ya en el Preámbulo dice: Todos los habitantes del mundo que quieran habitar el suelo argentino estarán amparados en la ley al igual que los ciudadanos argentinos. En el artículo 25 se reafirmaba el fomento a la inmigración:
“El gobierno federal fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes”
Desde 1860 llegaron masas de inmigrantes a la Argentina, principalmente enormes contingentes de españoles e italianos y en menor medida rusos, franceses, polacos, sirios y armenios, que sin saber muy bien a dónde se dirigían, fueron tentados por la posibilidad de un destino mejor que el que Europa, o su lugar de origen, les ofrecía en ese momento.
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De acuerdo a los datos del censo de 1914, una tercera parte de los habitantes del país estaba compuesta por inmigrantes.
Entre los cientos de miles de personas que echaron raíces en estas tierras, compartimos la historia sobre barcos, colectivos, viajes, sabores, ilusiones y esfuerzos de una de las tantas inmigrantes.
Yaroslava Malaruc, Ucrania.
Desde que tienen memoria, Yaroslava Malaruc, Irene Nimyrewsky, Susana Tomka y Mirta Ciuper, preparan varenikes. Hierven el agua, las papas, preparan la ricota, pican la cebolla y rellenan uno a uno las cientos de unidades para la celebración de la Fiesta Provincial del Inmigrante, donde esperan que los visitantes que pasen por el puesto de la Asociación Ucraniana de Cultura Prosvita, se vayan enamorados de sus sabores.
Son todas hijas de ucranianos y ucranianas, salvo Yarusha, que vino en barco siendo una bebé de apenas siete meses.
“Yo me llamo Yaroslava, en mi familia me dicen Yarusha y también me llaman Charu, en argentino, porque es más fácil de pronunciar”, explica Charu, que vivió junto a sus padres y a su hermano mayor en el Hotel de Inmigrantes, que fue construido para recibir, prestar servicios, alojar y distribuir a los miles de inmigrantes procedentes de todo el mundo.
El destino de la familia Malaruc era Misiones, pero una conocida que ya se encontraba en Buenos Aires convenció a su padre para que se radicara en Berisso.
“Solo teníamos un papel con la dirección de una familia vecina de nuestro pueblo natal, que vivía en Berisso. Mi papá fue preguntando con señas cómo llegar, porque no hablaba nada el idioma. Tardó dos días en dar con ellos y volver a buscarnos al Hotel. Tiempo después, Papá comenzó a trabajar en el frigorífico Swift, donde compraba ladrillos para construir nuestra casa y ésta Asociación Ucraniana, que alojó a muchísimas familias recién llegadas al país. La Asociación se convirtió, para estos hombres y mujeres, en una parte de la patria que dejaron”.
Yarushanunca se fue de Berisso. Aún vive en la casa que construyó su padre, ubicada, justamente, sobre la calle Ucrania.
“Nuestro pasado fue terrible, gente que no sabía el idioma, que trabajaba de sol a sol, pero que tuvieron la fuerza, la tenacidad de luchar y construir algo para sus familias desde la nada"
Y agrega: " Ni mi papá ni mi mama tuvieron la oportunidad de volver a Ucrania. En 2001 hice un viaje al territorio que fue mi pueblo, del que ya no queda nada luego de que fuera invadido por los rusos, en 1941. Fui para el décimo aniversario de la independencia de Ucrania, visité a una prima y pude rememorar las historias que mis padres contaban y que intercambiaban en las cartas que se escribían con mi abuela”.
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