Hay pueblos que con solo ver alguno de sus rincones te los imaginás como un escenario ideal para ser pintado por un artista. Pont-Aven, una preciosa población de la Bretaña francesa perteneciente al distrito de Quimper, empezó a ser conocida gracias a la escuela de pintores que tuvo a Paúl Gauguin como maestro y es uno de esos escenarios.
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Es un lugar privilegiado lleno de luz y colores en el que el agua está siempre presente. Los campos y bosques, el colorido de las casas, de los puentes, de los barcos, crean un espacio que te atrapará, porque su paisaje es pura poesía y porque frente a tanta belleza, sentirás un poco de envidia por quienes saben de pintura y lograr plasmar esta magia con su pincel.
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Pont Aven es una pequeña ciudad de la Bretaña francesa, alegre y llena de encanto, bañada por el río Aven que cruza el pueblo dando vida a los catorce molinos que aun existen en sus orillas, para desembocar en un estuario tranquilo donde se encuentra un pequeño puerto deportivo y de pescadores.
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Paseando junto al río, cruzando los puentes y pasarelas, resulta fácil imaginar cómo la poesía de los paisajes y la luminosidad de este puertecito fascinaban a los artistas.
La marea baja y sube cambiando cada 6 horas, dejando a los barcos como en la foto cuando baja. Verás a los turistas esperando que suba la marea para hacer un paseo por el río.
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En el recorrido siempre irás acompañado por el ruido del agua, es un río que cruza toda la ciudad, es caudaloso y serpentea entre puentecitos haciéndote sentir que estás en un lugar mágico. La sensación de que puede aparecer Gauguin flota en el aire.
Qué ver en Pont Aven
En busca de recursos y de temas «exóticos», los pintores llegaron a Pont-Aven a partir de 1860. Gauguin fue más aventurero que otros pintores de su época y fundó la Escuela de Pont-Aven en 1886.
La Plaza Paula Gauguin - La Pensión Gloanec
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La plaza en la que se encuentra el primer lugar en el que se alojó Gauguin en el pueblo, la pensión Goenec, que ha sido restaurada y hoy es una librería, lleva su nombre. Puede que éste sea el rincón con menos encanto del pueblo, ya que es imposible competir con la belleza natural del río.
El río Aven
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El río Aven sigue siendo, junto con la luz, la joya de la corona de Pont-Aven. Los puentes y el sonido de sus aguas son capaces de convencerte que en cualquier momento te encontrarás a Gauguin con su caballete pintando uno de sus rápidos.
Bosque de Amor
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Desde la pensión Gloanec donde vivían los pintores arrastraban su caballete hacia el Bosque de Amor. Actualmente, un delicioso sendero permite conocer esos lugares de inspiración, ofreciendo un espacio para seguir los pasos de los pintores de la escuela de Pont-Aven.
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Podrás encontrar una reproducción del cuadro El Talismán de Paul Serusier, localizando el paisaje que pintó y que todavía se ve en el bosque del amor.
Paseo Xavier-Grall
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Pont-Aven es un lugar ideal para pasar de los paisajes enmarcados a los paisajes al natural. El paseo Xavier-Grall conduce de una orilla a otra por puentecillos escondidos, junto a los lavaderos, canales y compuertas que riegan los vestigios de los molinos. Las orillas floridas colorean los puentes de piedra.
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En el agua, una roca gigantesca conocida como el «zueco de Gagantúa»» recuerda que los héroes legendarios conocían anduvieron por ahí.
Galerías de arte
En el siglo XIX la colonia artística que hizo escuela en este sitio imprimió nuevos colores al pueblo. En la actualidad, las galerías de arte perpetúan el espíritu bohemio de antaño y compiten en número con bares y restaurantes.
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Capilla de Trémalo
Por encima del Bosque del Amor la capilla de Trémalo se esconde tras las cortinas de hayas y robles. Su curioso techo asimétrico se inclina casi hasta el suelo por el lado Norte. Gauguin hizo famoso el crucifijo policromo en su cuadro El Cristo amarillo.
Siguiendo río abajo, aparece un bonito molino del siglo XV activado por la marea, junto al castillo de Hénant. Al llegar al mar, la encantadora playa de Port-Manech está salpicada de casetas de baño blancas.
Galletas de Pont Aven
Para descansar entre las visitas a las galerías o para dejar pasar la aglomeración de turistas a ciertas horas del verano, probá las galletas de Pont-Aven: Aquí las llaman Traou-Mad y son deliciosas, crujientes y sabrosísimas.